lunes, 30 de septiembre de 2013

(Parte II) ¿Es la ciencia un conocimiento infalible?: el problema de la inducción

¡Hola compañeros!

Nos quedábamos el otro día con la mosca detrás de la oreja. ¿Qué puede haber que amenace el poder hegemónico de la ciencia? ¿Qué pequeña miseria filosófica va a venir a aguarnos la fiesta? En realidad, no han sido tanto los filósofos como los propios científicos y estudiosos de la ciencia los que han encontrado un serio problema en el método que sigue la ciencia para encontrar verdades. Ese no es otro que el problema de la inducción. Sin embargo, para entender el problema primero hay que entender qué es la inducción y en qué consiste.

La inducción es un procedimiento lógico que seguimos los seres humanos, el cual nos permite encontrar verdades en el mundo que nos rodea. Frecuentemente se opone a la deducción, pero no explicaremos la deducción aquí. ¿Cómo funciona la inducción? En realidad es muy sencilla de entender. Imaginad que estáis en un colegio y observáis que todos los alumnos llevan una camisa blanca. Todos, sin excepción, llevan camisa blanca. ¿Qué conclusión lógica podríais extraer de ahí? Pues, por ejemplo, que el uniforme del colegio incluye la obligación de llevar camisa blanca. Eso es una inducción: a partir de unos cuantos casos particulares (fulano, mengano y zutano llevan camisa blanca en el colegio), induzco una ley universal (en este colegio el uniforme incluye una camisa blanca). Esta es la manera a través de la cual ha procedido históricamente la ciencia en muchas ocasiones. Los experimentos no son más que una manera de poner a prueba inductivamente las hipótesis que barajamos ("he realizado 200 experimentos y todos dan positivo, así que puedo inducir que mi hipótesis es correcta, pues se cumple en todos y cada uno de ellos"). ¿Me seguís? ¡Bien!

A primera vista parece una manera muy correcta y prudente de proceder, pues nos aseguramos experimentalmente de que no haya excepciones e irregularidades. Sin embargo, la inducción como método plantea algunos problemas bastante serios.

a) En primer lugar, por mucho que hayamos comprobado casos que prueben nuestra teoría, nada garantiza que en el futuro siga siendo así. El empirista radical Hume afirmaba incluso que aunque durante todos los días de la historia el sol haya salido por la mañana, nada asegura que en el futuro sea así necesariamente. Desde luego existe una probabilidad alta, pero no una certeza absoluta. Yo he estado vivo durante todos los días de mi vida, pero eso no quiere decir que siga siendo así eternamente. En la Edad Media se ponía el ejemplo de los cisnes negros como algo que nunca nadie va a ver porque siempre se han visto cisnes blancos; más tarde, se descubrió en el siglo XVII que había cisnes negros en Australia. Es decir, ni todas las observaciones que habían tenido lugar en el mundo a lo largo de la historia podían garantizar que en el futuro no se fueran a ver cisnes negros.

b) Además, la inducción es un razonamiento circular. ¿Por qué defienden los inductivistas esta manera de razonar? "Porque", dicen ellos, "siempre ha funcionado." Aaaaah, pero eso es trampa. Eso no vale. Peeeeeeero esta vez voy a dejar que seais vosotros los que expongáis en los comentarios por qué este es un razonamiento tramposo e inválido, ¡a ver quién se lleva el premio (que no hay)! Si alguien quiere la solución concreta puede mandarme un privado por Twitter (@conefedefilosof) y le responderé encantado.

Así pues, y para ir terminando, la ciencia se plantea un problema serio de cara a cuál es el método que debe seguir para probar sus hipótesis e investigar el mundo. De hecho, este es un problema al que se enfrenta todavía hoy y que no ha sido cerrado en absoluto. Al fin y al cabo, siempre han sido los experimentos lo que han diferenciado a la ciencia de la filosofía. ¿Será que no son tan diferentes, después de todo?

¡Saludos filosóficos!

lunes, 23 de septiembre de 2013

(Parte I) ¿Es la ciencia un conocimiento infalible?

¡Hola compañeros!

Aaaah, la vuelta al cole. La vuelta de las vacaciones. Las sonrisas, los gritos, las carreras, las miradas aburridas, los lloros, etc. Casi podría decir que lo echaba de menos (¡casi!) pero lo que esto trae consigo es mi vuelta al blog: mi vuelta a los rediles de la filosofía y la divulgación.

Llevo tiempo dándole vueltas a este tema en concreto y me resulta difícil abordarlo, pues, por un lado, es fácil malinterpretar mi mensaje y, por otro, también es complicado exponer temas un poco abstractos de modo divulgativo y sencillo. No obstante, ¡tengo fe en mis capacidades! ¿Quién no quiere un poco de reto en el blog? Si encontramos que lo que cuento es complicado hacédmelo saber en los comentarios y trataré de editar la entrada para hacer todo más accesible a los lectores más exigentes.

Lo primero que quiero dejar claro es que, aunque el título y el contenido de la entrada pueden sugerir lo contrario, albergo un profundo sentimiento de respeto por la ciencia. La ciencia ha hecho cosas imposibles e impensables con nuestra vida diaria. Desde la comunicación, los viajes, la salud, el entretenimiento, etc., nada ha escapado al progreso tecnológico que la ciencia nos ha procurado. Habrá quienes, escépticos ante las posibilidades de la ciencia, planteen que también la ciencia ha producido mucho mal y destrucción. Eso es muy cierto, pero no debemos olvidar que eso no habla tan mal de la ciencia como de nosotros, los seres humanos, que la utilizamos para amplificar un mal y una destrucción que ya estaban antes de que la ciencia llegara.

En cualquier caso, creo que todos podemos estar de acuerdo en que la vida es más fácil hoy en día gracias a la ciencia y a la tecnología que ella produce. El mero hecho de que me leáis por internet a través de un ordenador o una tableta o un teléfono ya nos muestra hasta qué punto hemos llegado a un punto sin retorno. Incluso aquellos que abogan por una vuelta a un estilo de vida más sencillo o más ecologista tienen página web y perfil de facebook (¡!). Resumiendo, no hay vuelta atrás.

Esto ha provocado que mucha gente tenga la sensación de que, en último término, solamente la ciencia puede proveernos de respuestas exactas y precisas sobre la realidad. Ni la filosofía ni la religión, creen algunos, puede ayudarnos en la vida, pues sus respuestas son, como mucho, variables (¿qué filosofía es la correcta?, ¿qué religión está en lo cierto?). Sin embargo, ¡oh sin embargo!, la ciencia es única, monolítica, sin fisuras. Todos los científicos están de acuerdo y todas las discrepancias son rápidamente borradas en cuanto cualquier evidencia experimental aparece. Basta con ponerle a cualquier producto la estampa "comprobado científicamente" para que toda posibilidad de discusión al respecto desaparezca. Esto es algo que vemos todos los días en la publicidad (pensad por ejemplo en los anuncios de dentífricos, con todos esos actores con batas blancas científicas).

¿Es esto así? ¿Es la ciencia un conocimiento tan seguro y fiable? Sobre todo, ¿es verdad que no hay discrepancias dentro de la propia ciencia? Es más, ¿qué significa que un conocimiento es científico? Como veis las preguntas son complejas, numerosas y un poco filosóficas (en el peor sentido de la palabra). Esta entrada ya se está poniendo un poco extensa así que empezaremos a intentar abordar el problema en la siguiente. Hoy lo hemos planteado, veamos que podemos sacar en claro de todo esto.

Y una cosa... ¡es muy agradable estar de vuelta!

¡Saludos filosóficos!