jueves, 28 de noviembre de 2013

Los sofistas griegos

¡Hola compañeros!

Aquellos de vosotros que os hayáis interesado por la filosofía mínimamente habréis oído hablar en ocasiones de unos peculiares personajes: los sofistas. Bueno, quizás no os hayáis nunca tropezado con ellos pero la importancia que han tenido en la historia de la filosofía y de la cultura humana es innegable. Resulta de hecho un poco impresentable que no me haya atrevido todavía a sacarlos a la luz en el blog. Hoy debo desfacer este entuerto.

¿Quiénes eran los sofistas? Allá por el siglo V a.C. un nuevo tipo de hombre culto se va abriendo paso por la sociedad griega (especialmente por la ateniense). Ya no eran filósofos despistados que cultivaban la búsqueda de la verdad de modo desinteresado; tampoco consistían en científicos que se desviven por cada pequeña forma de vida que pueden estudiar. No. Ellos se denominaban a sí mismos "sabios" (sophistés) y tenían muy a gala ser los únicos entre todos los griegos que podían enseñar a ser mejores, a cultivar la virtud. Es decir, eran profesores itinerantes que cobraban por las clases que impartían (en los sofistas más célebres reservar una clase particular podía costar una verdadera fortuna). Enseñaban filosofía, matemáticas, astronomía, geometría, música, lingüística, etc. A pesar de esta amplitud de saber solían ser muy diletantes aunque algunos se especializaban verdaderamente en algunas materias convirtiéndose en referentes académicos y profesionales.

Muy interesante, pero... ¿qué tiene que ver esto con la filosofía? Bueno, como he dicho, muchos se dedicaron a la filosofía y además cruzaron sus pasos con la figura de Sócrates, el cual despreció toda su vida y atacó a los sofistas porque, decía, eran poseedores de un falso saber. En opinión de Sócrates, los sofistas enseñaban a sus alumnos a parecer que sabían mediante argumentaciones elaboradas; instruían en el arte de la retórica, es decir, en el arte de convencer al contrario pero no enseñaban nada de provecho (siempre según la versión socrática y platónica). Muchos de ellos volcaron sus habilidades en la abogacía, que les reportaba muchos más beneficios que la enseñanza y se dedicaban a juegos dialécticos en los que el propósito no era encontrar la verdad sino ridiculizar y confundir al oponente.

Todo esto les granjeó una fama bastante oscura y negativa pero, ¿era merecida? ¿Podemos extraer algo positivo de todo el movimiento sofístico? 

Bueno, para empezar, la sofística no era un movimiento homogéneo, sino que se agrupaba en él a gente de muy diverso pelaje y condición que compartían unas características comunes pero que podían tener intenciones muy distintas. Llamamos sofista a un Eutidemo, cuya superficialidad y maldad quedan patentes en el diálogo platónico del mismo nombre, pero también a Protágoras, al cual incluso Sócrates guardaba un respeto profundo por la profundidad de su pensamiento (algo que comprobamos en el diálogo Protágoras). Es decir, algunos sofistas aprovechaban sus conocimientos para enriquecerse de modos poco dignos, mientras que otros comunicaban genuinamente su saber a quien quisiera escucharles (y quisiera pagar), un saber en ocasiones muy valioso y relevante.

También es cierto que la sofística contravenía muchas de las enseñanzas tradicionales de la sociedad griega, pero educó a muchos pensadores en un  nuevo humanismo y un pensamiento crítico. Es decir, poco a poco los propios griegos se fueron dando cuenta de que no eran los únicos pobladores del mundo a medida que entraban en contacto con diferentes pueblos de distintas costumbres. Eso hizo que los sofistas analizaran (y en muchos casos criticaran) sus propias tradiciones y la misma cultura griega. Obligaron a la sociedad de entonces a volver la mirada sobre sí misma y contemplarse no ya con admiración (como habían hecho hasta entonces), sino con cierta sospecha.

Vivimos un momento similar, con una crisis cultural de igual magnitud. ¿Podría ser un momento adecuado para un retorno de la sofística?

¡Saludos filosóficos!

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