miércoles, 27 de mayo de 2015

Discurso de graduación 2015



Buenas tardes queridas familias, queridos compañeros del claustro y de dirección y, por supuesto, queridísimos alumnos de 2º de bachillerato. ¡Qué difícil resulta decir algo interesante después de las hermosas palabras que os ha dedicado Victoria! Intentaré, no obstante, estar a la altura de tan dilectos oradores.

Los números mienten. O, para ser justos, los números son tontos, pues son incapaces de decir nada sin nadie que los interprete. Sin el ser humano detrás de ellos, ninguna fórmula, ningún resultado matemático, ningún algoritmo o ecuación será capaz jamás de decir nada significativo sobre el mundo que nos rodea o sobre nosotros. Incluso cuando son interpretados por nosotros los números son utilizados para justificar todo tipo de planteamientos e ideas. No hay más que ver un debate en el congreso de los diputados para contemplar el sufrimiento al que se ven sometidas estas delicadas criaturas a las que denominamos números. Pero, claro, no debemos olvidar que hacen uso de esa peculiar ciencia llamada "estadística". Y claro, resulta difícil albergar demasiadas esperanzas en una ciencia que tiene la palabra "Estado" en ella...

¿Por qué estoy hablando de esto? Porque en un colegio tenemos que combatir una tentación constante y muy poderosa, que consiste en permitir que los números definan a los alumnos. Al fin y al cabo nosotros, como profesores, atesoramos una gran cantidad de datos numéricos sobre cada uno de vosotros: notas (por supuesto), ausencias, expulsiones, deberes hechos (o más bien, no hechos), etc. Al final de la evaluación y del curso todo eso se encuentra condensado en ese cuaderno misterioso y terrorífico llamado "cuaderno del profesor". Cuenta la leyenda que antiguamente los maestros no utilizaban Educamos o tales herramientas, pero no dejan de ser supersticiones sin sentido. No las creáis.

Pero esos números no nos cuentan absolutamente nada de vosotros. Entre dos ceros hay un mundo de diferencia, entre dos dieces pueden existir millones de matices que no nos permiten entender la diferencia entre dos alumnos. Lo más fácil y conveniente es reduciros a una media numérica y dejar que ella haga todo el trabajo por nosotros. Voy a romper una lanza en favor de nosotros, los profesores; cada año pasan por nuestras manos cientos de alumnos diferentes, cada uno más diferente que el anterior, con su problemática particular y su familia. De hecho, los tutores tenemos que asumir además todo ese trasfondo familiar y tratar de interiorizarlo para cada uno de vosotros. Como comprenderéis no es una tarea sencilla, pero de algún modo es la tarea que hemos elegido y me consta que el esfuerzo es titánico en este sentido.

Así pues, los profesores tenemos una cierta excusa para olvidarnos de que sois personas más allá del mundo escolar (aunque prefiero académico) pero quien no tiene excusa sois vosotros. Vosotros, que sois los verdaderos protagonistas del día de hoy y de vuestra historia, os juzgáis según números que nada tienen que ver con vosotros. No solamente hablo de las notas, que por supuesto forman una parte importante de vuestra identidad, sino también de la talla, la altura, el dinero que tengo. Incluso cuando te compras un IPhone, el símbolo de esta generación, lo primero que tienes que aclarar es el número del modelo. Si tienes un 4 eres un poco perdedor, con un 5 ya me quiero un poco más y con el 6 llego a clase sintiéndome francamente bien. Los números forman parte de nosotros y nos castigan frecuentemente con su aséptica exactitud. Nos recuerdan que tenemos que adelgazar, nos recuerdan que somos bajitos, nos recuerdan que llegamos tarde, nos recuerdan que no nos llega la media para esa carrera de triple grado de derecho, enfermería e ingeniería aeroespacial. Bilingüe. En chino.

Llegamos a todo tipo de extremos ridículos para satisfacer a esos números que nos tiranizan. En vez de considerarlos como medios para comprender mejor ciertas realidades físicas nos entregamos en cuerpo y alma a ellos: si algo es reducible a números nos sentimos tranquilos porque alguien podrá operar con ellos entonces y llegar a una conclusión inequívocamente científica.

No os engañéis. No sois científicos sociales. No existe tal cosa como la "ciencia social". Ese nombre es una aberración impuesta por aquellos que, celosos de los éxitos de las ciencias físicas y matemáticas, tratan de robarles prestigio añadiendo la palabra ciencia a nuestras disciplinas. Es frecuente escuchar hablar de "ciencias jurídicas", "ciencias de la información", "ciencias sociales", "ciencias económicas", etc. La manera de conseguir que se nos respete, según esta pretensión terriblemente racionalista y arrogante, es añadir números y gráficos a lo que hacemos. Pero ya hemos dicho que eso es imposible: el ser humano no se explica con números. Las humanidades (nombre correcto y verdaderamente adecuado) no buscan conocer realidades mesurables y físicas sino que apuntan a algo mucho más íntimo: nuestra alma y nuestro espíritu. Mientras caigamos en la tentación de creer que los números lo explican todo seguiremos cayendo en la tentación de creer, en último término, que el ser humano es como un protón que se puede estudiar, manipular y controlar.

Vosotros no podéis ser así. No permitáis que los números os definan, no sois un número de DNI, no sois una talla de pantalón, no sois una estatura, no sois una media en el cuaderno del profesor, no sois el mediano, el pequeño o el mayor de ocho, no sois abstracciones matematizables: sois -somos- alumnos de letras que buscamos la verdad que se oculta en nuestras almas y en el universo. Sabéis que no sabéis nada. Sabéis que sois muy poquita cosa pero que, al mismo tiempo, cada uno de vosotros es un pequeño milagro, irrepetible en la historia. Pero, por encima de todo, sabéis que en este colegio tenéis un maestro que siempre ha intentado ir más allá de esos números para darse cuenta de que sois cada uno de vosotros maravillosos e inolvidables. Y ninguna nota me convencerá de lo contrario.

Seguiremos.

2 comentarios:

  1. Lo leo casi dos meses tarde, pero me ha gustado mucho, muy inspirador para alguien a quien le gustaría acabar de profe de filosofía :D

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