lunes, 22 de octubre de 2012

La teoría de la reminiscencia de Platón

¡Hola compañeros!

Hoy traigo una teoría bellísima bajo los brazos. Una de esas teorías que da igual sin son verdad o mentira, porque es tal su atractivo estético que poco importa lo demás. No importa cuánto tiempo pase siempre permanece interesante y cautivadora, hasta el punto que muchos filósofos la han hecho suya posteriormente, sucumbiendo a la tentación platónica. Veamos cuál es ese canto de sirena.

Si os acordáis de la anterior entrada (sí, sí, la que está justo aquí debajo de esta) dijimos que para Platón las ideas son más importantes que el mundo físico o sensible porque son más estables y constantes. No nos podemos fiar completamente de los sentidos, pues nos engañan una y otra vez: la pajita doblada en el vaso de agua, los espejismos en el desierto, los daltónicos, etc. ¿Cómo vamos a fiarnos de un método de conocimiento que nos falla tan a menudo? Debe de existir una forma de acceder a las ideas al margen de los sentidos. En resumen: si queremos acceder a la verdad no puede ser a través de los sentidos, que son esencialmente engañadores.

"Muy bien, Platón." -podemos responder- "te acepto esto que dices de que los sentidos nos engañan, pero entonces ¿cómo conocemos entonces las dichosas ideas? ¿Cómo llenamos nuestras cabezotas de conocimientos?" Resultan preguntas pertinentes. Al fin y al cabo, es un hecho que nosotros podemos hacer ciencia y llegar a la luna y saltar desde treinta y pico kilómetros. ¿De dónde han salido esos conocimientos? Para Platón solamente existe una respuesta posible: si no provienen del mundo exterior han de provenir de nosotros mismos. ¿Quiere decir eso que nosotros nos inventamos esos conocimientos? No, simplemente quiere decir que esos conocimientos no han entrado por los sentidos, sino que ya estaban en nosotros al nacer, eran innatos.

En realidad a Platón no le queda otra opción, si lo pensamos bien. En el momento en el que afirmó que lo único real son las ideas y que el mundo sensible es una farsa y una copia, ya está obligado a mantener que no podemos conocer esas ideas a través de sus copias imperfectas. Él afirma que el alma humana ya existía antes de nacer el hombre, y que vivía en el mundo de las ideas. Retozaba alegremente por esos campos ideales brincando alborozada por su contacto directo con las ideas.

Ahora bien, con el nacimiento el alma queda aprisionada en un cuerpo físico, lo cual le produce un profundo trauma (supongo que en mi caso concreto el trauma fue todavía mayor al contemplarse al espejo por primera vez). Ese trauma le genera una amnesia, un olvido de todo lo que había aprendido en ese mundo de las ideas antes de nacer. Por eso, cuando nacemos parecemos no conocer nada, porque nos hemos olvidado de todo lo que sabíamos. Es decir, en realidad la ignorancia no es otra cosa que olvido. Y viceversa, aprender es recordar (siempre me ha encantado lo evocador y poético de esa frase, supongo que soy un cursi). Cuando estamos aprendiendo cosas en realidad no estamos generando conocimientos nuevos sino que estamos recordando ideas que ya habíamos contemplado en otra vida. Por eso, cuando tenemos una idea genial, siempre tenemos la sensación de haber recordado algo importante ("eureka!"), una sensación de "¿por qué no se me ha ocurrido antes?".

Así que todo el conocimiento está ya dentro de nosotros; todo está contenido en nuestra alma, esperando a salir. Y un profesor es solamente aquel que nos recuerda todo aquello que ya sabíamos, un profesor es aquel que nos ayuda a dar a luz nuestro conocimiento: es una comadrona del alma. En realidad, no nos enseña nada, estrictamente hablando, sino que nos ayuda a recordar. Por eso, a la hora de enseñar, son más importantes las preguntas que las respuestas.

En fin, espero que os haya gustado tanto como a mí. Os dejo con un vídeo de Les Luthiers, que estuve ayer viéndolos y fue sencillamente genial. Incluso nos dedicaron una cumbia a los filósofos...



¡Saludos filosóficos!

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