lunes, 12 de noviembre de 2012

La navaja de Ockham (u Occam)

¡Hola compañeros!

El otro día vi una película de lo más curiosa. Ya la había visto antes pero nunca con la atención debida a su argumento y los problemas filosoficos que subyacen (sobre todo en la escena final de la película). Se llama "Contact" y aunque ya tiene sus añitos me pareció interesante y bastante entretenida: al fin y al cabo, tiene su punto de ciencia-ficción con lo cual siempre me va a a ganar. Para aquellos de vosotros que no la hayáis visto os la recomiendo encarecidamente, y a aquellos que ya la habéis visto os diría que veáis la escena final de nuevo, pues me resulta de lo más sugerente.

Obviamente no voy a destripar la película, pero en ella surge una de las más famosas y manidas reglas filosóficas desde la Edad Media: la famosérrima navaja de Ockham. Probablemente la hayáis oído mencionar alguna vez y si no es así no os preocupéis porque aquí voy yo al rescate: ante varias explicaciones para un mismo fenómeno, hay que elegir siempre la más simple. Desgranemos este asunto.

Imaginad la siguiente situación. Estamos en casa solos, de noche. Se acerca esa hora que suele exacerbar nuestra imaginación y limitar nuestro razonamiento lógico. De pronto, escuchamos un ruido proviniente del salón. No sabemos qué es, pero algo ha hecho ruido ahí. Ahora mismo, se nos abre un campo de respuestas de lo más amplio, desde "un ladrón está en el salón" hasta "un fantasma me acecha" pasando por "malditas cucarachas" o "¿seguro que no ha sido mi estómago?". Está claro que se nos pueden ocurrir muchas más pero podemos empezar con estas pequeñas dosis de paranoia nocturna.

Ahora tenemos que optar entre una de estas explicaciones. Y no todas son iguales, pues unas resultan más verosímiles que otras. Según la navaja de Ockham debemos preferir las explicaciones simples a las complejas, por lo que deberíamos empezar descartando la presencia de fantasmas en nuestro salón. Parece también poco probable que haya un ladrón (aunque hoy en día desgraciadamente eso es algo a considerar siempre), por lo que debemos rechazar tal opción. Quizás podríamos dudar entre las cucarachas o nuestro hambriento estómago, pues ambas explicaciones resultan, a mi parecer, igualmente plausibles. También podríamos considerar que el ruido provenga de un mueble viejo de madera, de esos que crujen por las noches, etc.

¿Qué quiero decir con esto? Bueno, en realidad este principio tiene bastantes aplicaciones. La ciencia lo utiliza mucho para guiar sus propias hipótesis y explicaciones del mundo físico. Para la ciencia cualquier explicación que se dé de un fenómeno físico ha de ser lo más simple posible. Aquí la clave estriba en la palabra posible, pues eso no quiere decir que sea fácil o sencilla, sino que de entre todo el rango de soluciones posibles hay que elegir la más simple (que muchas veces sigue siendo complicadísima para nosotros, ¡oh simples mortales de letras!).

El nombre de navaja le viene porque los medievales bromeaban con la idea de que este principio le afeitaba las barbas a Platón, al poner Ockham en duda que tengan que existir dos mundos para explicar este. Al margen del sentido del humor medieval, lo cierto es que este principio puede resultar también útil para deshacer ciertos mitos sobre nosotros mismos. Por ejemplo, muchas veces creemos que el mundo conspira para producirnos infelicidad, que la gente nos odia, o que determinadas personas me tienen manía. Si aplicamos la navaja de Ockham para explicar nuestra infelicidad, parece que resulta más simple pensar que el problema lo tengo yo, que culpar a todo el mundo de nuestra desdicha. Es más fácil producir un cambio en mí que adaptar al universo a mis propias filias y fobias. Una vez nos damos cuenta de que resolver problemas es más simple si se aborda desde nosotros mismos, ya nada puede detenernos, y podemos utilizar la navaja para cortar las amarras que nos atan a nuestros temores, a nuestras pesadillas.

¡Saludos filosóficos!

2 comentarios:

  1. Muy buena entrada. No se sabe quien hizo semejante "teoría" o método?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Un monje franciscano llamado Guillermo de Ockham. Una vida interesantísima que te recomiendo revisar por ejemplo aquí: http://es.wikipedia.org/wiki/Guillermo_de_Ockham

      Para que luego digan que la Edad Media era un rollo infumable... ¡Gracias por comentar!

      Eliminar