¡Hola compañeros!
Espero que estéis disfrutando del verano. Aaah, el verano, esa época de ruido de cigarras, asfalto derretido y noches tórridas. ¿Cómo no va a gustarnos el verano? Hoy vamos a discutir el origen de la filosofía, el sentimiento más primario y más elemental que podríais imaginar. Y pronto se dieron cuenta de ello. Empecemos.
Es algo más o menos conocido que los primeros filósofos eran griegos. Es cierto que no se encontraban en territorio griego (más bien en Asia Menor, lo que sería la actual Turquía) pero sí que participaban de la cultura griega y su lengua. Hemos discutido su filosofía aquí y aquí pero no nos hemos parado a pensar por qué empezaron a hacer filosofía. De hecho, qué demonios, deberíamos preguntarnos con bastante justicia por qué empieza cualquier persona a hacer filosofía. Podemos ir más allá, incluso, y cuestionarnos en nuestra intimidad como inquisidores: ¿QUÉ HAGO EN ESTE BLOG?
Antes de que cojáis el teclado y decidáis estrellarlo contra el monitor o la cabeza de la persona más cercana empezando por la izquierda voy a tranquilizaros y calmaros, pues vuestra pertenencia a nuestra comunidad nace de un sentimiento honroso y bueno: la admiración. Platón ya comenzó a pensar muchísimo en este tema y fue de los primeros en llegar a la conclusión de que el hombre comienza a hacer filosofía movido por la admiración, y que este bello sentimiento es uno de los que nos separan de los animales. Al fin y al cabo, los animales comparten ciertos sentimientos con los seres humanos: pueden sentir miedo, hambre, soledad, etc. Pero lo que no pueden hacer es sentir admiración. No se quedan mirando una puesta de sol embelesados, no caen rendidos ante la belleza de una canción, no se emocionan con un discurso.
Y es que pronto nos damos cuenta de que la admiración es un sentimiento muy especial. No reside puramente en el corazón y en lo irracional, como pueden hacerlo el resto de sentimientos, sino que se apoya con mucha firmeza en nuestro lado más racional e inquisitivo. Al admirarnos de cualquier cosa solamente surge en nuestra mente una pregunta: ¿cómo es esto posible? Hemos dicho multitud de veces que la filosofía surge con preguntas, y que son más importantes las preguntas que las respuestas. Pero esas preguntas no te las puedes hacer si no sientes admiración por el mundo que te rodea, sino ves la realidad bajo la mirada mágica del filósofo.
No todo el mundo está hecho de esa pasta. Se dice que en la universidad no te enseñan tu carrera sino a pensar de un determinado modo; a los ingenieros se les enseña a pensar como ingenieros, a los médicos como médicos, a los economistas como tales, etc. En filosofía se te enseña a admirarte de la realidad que te rodea, a contemplarla bajo una nueva luz, a darte cuenta de que, en el fondo, las cosas no son como parecen y de que desentrañarlas es un proceso que en sí mismo nunca termina, pero que ,casi a causa de ello, produce un placer infinito.
Se necesita un alma especial para esto. En un mundo frenético como el actual pocas cosas son tan absurdas como pararse un momento y contemplar mágicamente el mundo. Nada más obsoleto y antimoderno que el detener el tiempo y preguntarse ¿cómo es esto posible? Quiero creer que los que me seguís habitualmente poseéis un alma de este tipo, un intelecto diferente (no necesariamente superior, ojo) que os permite trascender lo mundano y contemplarlo con admiración, mágicamente.
Varios alumnos míos han decidido comenzar a ver el mundo con la magia del filósofo y se han atrevido a decir sí con valentía a este modo de considerar lo que nos rodea.
Va por ellos, pues ahora soy yo el que les contempla desde la admiración.
¡Saludos filosóficos!