jueves, 28 de noviembre de 2013

Los sofistas griegos

¡Hola compañeros!

Aquellos de vosotros que os hayáis interesado por la filosofía mínimamente habréis oído hablar en ocasiones de unos peculiares personajes: los sofistas. Bueno, quizás no os hayáis nunca tropezado con ellos pero la importancia que han tenido en la historia de la filosofía y de la cultura humana es innegable. Resulta de hecho un poco impresentable que no me haya atrevido todavía a sacarlos a la luz en el blog. Hoy debo desfacer este entuerto.

¿Quiénes eran los sofistas? Allá por el siglo V a.C. un nuevo tipo de hombre culto se va abriendo paso por la sociedad griega (especialmente por la ateniense). Ya no eran filósofos despistados que cultivaban la búsqueda de la verdad de modo desinteresado; tampoco consistían en científicos que se desviven por cada pequeña forma de vida que pueden estudiar. No. Ellos se denominaban a sí mismos "sabios" (sophistés) y tenían muy a gala ser los únicos entre todos los griegos que podían enseñar a ser mejores, a cultivar la virtud. Es decir, eran profesores itinerantes que cobraban por las clases que impartían (en los sofistas más célebres reservar una clase particular podía costar una verdadera fortuna). Enseñaban filosofía, matemáticas, astronomía, geometría, música, lingüística, etc. A pesar de esta amplitud de saber solían ser muy diletantes aunque algunos se especializaban verdaderamente en algunas materias convirtiéndose en referentes académicos y profesionales.

Muy interesante, pero... ¿qué tiene que ver esto con la filosofía? Bueno, como he dicho, muchos se dedicaron a la filosofía y además cruzaron sus pasos con la figura de Sócrates, el cual despreció toda su vida y atacó a los sofistas porque, decía, eran poseedores de un falso saber. En opinión de Sócrates, los sofistas enseñaban a sus alumnos a parecer que sabían mediante argumentaciones elaboradas; instruían en el arte de la retórica, es decir, en el arte de convencer al contrario pero no enseñaban nada de provecho (siempre según la versión socrática y platónica). Muchos de ellos volcaron sus habilidades en la abogacía, que les reportaba muchos más beneficios que la enseñanza y se dedicaban a juegos dialécticos en los que el propósito no era encontrar la verdad sino ridiculizar y confundir al oponente.

Todo esto les granjeó una fama bastante oscura y negativa pero, ¿era merecida? ¿Podemos extraer algo positivo de todo el movimiento sofístico? 

Bueno, para empezar, la sofística no era un movimiento homogéneo, sino que se agrupaba en él a gente de muy diverso pelaje y condición que compartían unas características comunes pero que podían tener intenciones muy distintas. Llamamos sofista a un Eutidemo, cuya superficialidad y maldad quedan patentes en el diálogo platónico del mismo nombre, pero también a Protágoras, al cual incluso Sócrates guardaba un respeto profundo por la profundidad de su pensamiento (algo que comprobamos en el diálogo Protágoras). Es decir, algunos sofistas aprovechaban sus conocimientos para enriquecerse de modos poco dignos, mientras que otros comunicaban genuinamente su saber a quien quisiera escucharles (y quisiera pagar), un saber en ocasiones muy valioso y relevante.

También es cierto que la sofística contravenía muchas de las enseñanzas tradicionales de la sociedad griega, pero educó a muchos pensadores en un  nuevo humanismo y un pensamiento crítico. Es decir, poco a poco los propios griegos se fueron dando cuenta de que no eran los únicos pobladores del mundo a medida que entraban en contacto con diferentes pueblos de distintas costumbres. Eso hizo que los sofistas analizaran (y en muchos casos criticaran) sus propias tradiciones y la misma cultura griega. Obligaron a la sociedad de entonces a volver la mirada sobre sí misma y contemplarse no ya con admiración (como habían hecho hasta entonces), sino con cierta sospecha.

Vivimos un momento similar, con una crisis cultural de igual magnitud. ¿Podría ser un momento adecuado para un retorno de la sofística?

¡Saludos filosóficos!

martes, 19 de noviembre de 2013

Validez y verdad

¡Hola compañeros!

El otro día hablé (más bien escribí) sobre un resurgimiento insólito del argumento ontológico en el panorama contemporáneo. Nadie podría pensar que un tema tan manido y tan típico de la filosofía sería repentinamente tratado y analizado por unos científicos. ¡Están locos estos romanos!

Sin embargo, en el curso de la discusión, surgió un tema que medio expliqué, pero del que no he quedado satisfecho del todo. Es el asunto de la validez de los argumentos y su verdad. Después de hacer alusión a eso me quedé con la mosca detrás de la oreja y decidí escribir una entrada enterita para este tema.

Cuando hablamos de validez y verdad hacemos referencia a argumentos lógicos. Es decir, nos referimos a la demostración lógica de ciertas frases (podemos llamarlas proposiciones) por medio de premisas que llevan a una conclusión. Uhm, percibo que alguno se ha quedado detrás con este salto que acabo de realizar así que creo que si ponemos un ejemplo lo vamos a entender mejor.

Pongamos las dos siguientes proposiciones como premisas de un argumento:

Premisa nº 1: Todos los blogs de filosofía son apasionantes.
Premisa nº 2: "Con efe de filosofía" es un blog de filosofía.

¿Cuál sería la conclusión lógica de este argumento? ¿Qué nueva proposición se deriva de las otras dos? Creo que todos estaríamos de acuerdo en que la siguiente proposición resulta la conclusión más obvia:

Conclusión"Con efe de filosofía" es apasionante.

Como vemos, los argumentos lógicos suelen presentarse de este modo, como premisas que conducen necesariamente a una conclusión (o a varias). Sé que este es un modo precario y muy aproximado de acercarse a la lógica pero, oh expertos lógicos, aspiro a vuestra indulgencia en mi exposición.

Bien. ¿A qué llamamos validez en un argumento? Al hecho de que la conclusión se siga de modo coherente y lógico de las premisas. Según el ejemplo anterior, estaríamos ante un argumento válido porque su conclusión se deriva necesariamente de las premisas. Sin embargo, la verdad de un argumento es una cosa bien diferente: la adecuación a la realidad de la conclusión de un argumento. Es decir, si la conclusión de un argumento se corresponde con la realidad, estaremos ante un argumento verdadero.

Resulta tentador (si me habéis seguido hasta aquí, cosa que empiezo a dudar) identificar validez con verdad pero en realidad son cosas bien diferentes. Un argumento puede ser válido pero falso. En el ejemplo anterior puede existir gente para la que este nuestro querido blog sea aburridísimo (improbable, lo sé, pero hay gente de todo tipo). Para ellos estre argumento sería válido pero falso.

El famoso philosoraptor, el auténtico presocrático

Del mismo modo, pueden existir argumentos totalmente inválidos cuyas conclusiones sean verdaderas. Veamos el siguiente ejemplo:

Premisa nº 1: Si ha caído un meteorito, entonces los dinosaurios se han extinguido.
Premisa nº 2: Los dinosaurios se han extinguido.

Por tanto...

Conclusión: Ha caído un meteorito.

¿Es este razonamiento válido o inválido? ¿Por qué? ¡Poned vuestras opiniones en los comentarios y no olvidéis suscribiros a la newsletter para enteraros antes que nadie de las novedades del blog!

¡Saludos filosóficos!


lunes, 11 de noviembre de 2013

El argumento ontológico: ¿más vivo que nunca?

¡Hola compañeros!

Hoy me siento obligado a escribir una entrada inusual. No resulta inusual el tema que vamos a tratar (del que ya hablamos en su momento) pero sí el porqué de que lo volvamos a traer a colación.

Resulta que hace unas semanas me topé mientras curioseaba por internet, la red de redes, con una noticia pintoresca que podemos revisar aquí. Para aquel que no quiera -sabiamente- pinchar en un enlace a una página desconocida le resumiré la noticia: básicamente nos dice que unos matemáticos han conseguido demostrar científicamente que Dios existe. ¡Nada más y nada menos! A través de un macbook y con unos simples algoritmos han conseguido demostrar algo que los filósofos llevan debatiendo siglos (¡o incluso milenios!). ¿Qué está pasando aquí? ¿Es esto posible? ¿Hemos sido los filósofos devorados por unos fanboys de Apple?

Como siempre, la cosa no resulta tan sencilla, así que revisemos los hechos. Hace unas décadas el lógico Kurt Gödel trató de llevar al terreno de la lógica el famosérrimo argumento ontológico de la existencia de Dios, el cual ya fue estudiado por nosotros aquí (siempre adelantándonos a la noticia, señores). Básicamente lo que hizo fue traducir a lenguaje lógico el argumento, para tratar de averiguar si es válido o no (es decir, si funciona o es un camelo). Gödel mismo no se interesó más por este tema, pero investigadores actuales han decidido poner a prueba esas fórmulas lógicas y comprobar si son válidas a base de cálculos lógicos (los detalles del funcionamiento de la lógica exceden por mucho las pretensiones de este blog) que realizaría un ordenador (el famoso Macbook).

Pues bien, resulta que los cálculos han demostrado sin lugar a dudas que la argumentación lógica que el señor Gödel había propuesto es correcta; por tanto, el argumento ontológico es lógicamente válido; por tanto, Dios existe.


La formulación lógica de Gödel: apasionante.

Este es el resumen de la cuestión. ¿Termina aquí la cosa? ¿Estamos ya todos obligados a admitir la existencia de Dios porque un ordenador así lo ha confirmado? En realidad, hay que considerar varios aspectos al analizar esta noticia.

a) Una argumentación lógica no es capaz de decirnos si lo que defiende es verdad o mentira. Solamente puede indicarnos si lo que sostiene es válido o inválido. Es decir, la lógica no busca la verdad, sino solamente la coherencia. Por tanto, si tú partes de premisas falsas pero la lógica interna es coherente, el argumento será válido, aunque resulte falso.

b) El argumento ontológico ha sido criticado por muchos filósofos no por ser inválido, sino por partir de premisas como poco cuestionables. Y no ha sido criticado por ateos solamente, sino que grandes doctores de la Iglesia (como santo Tomás de Aquino) han cuestionado la verdad de este argumento. En concreto, aunque no pretendo ahondar en ello, critican la premisa de que la existencia sea una perfección más (como ser sabio, o ser bueno).

¿Qué debemos concluir de todo esto? Pues que resulta estupendo que la ciencia abra su mente a cuestiones estrictamente filosoficas; nos ayuda a retomar temas largamente olvidados y nos renueva con ideas frescas viejos temas de discusión. No obstante, el argumento sigue en el candelero, pues un Macbook puede calcular más deprisa que nosotros y de modo más fiable una secuencia lógica, pero no nos puede confirmar si las premisas en las que se basa ese argumento son correctas y verdaderas.

Aunque para ser sinceros, nosotros llevamos siglos peleándonos por lo mismo.

¡Saludos filosóficos!

martes, 22 de octubre de 2013

El ambiguo estatuto del arte (o Arte, como queráis)

¡Hola compañeros!

Mi reciente viaje a Roma me ha hecho descubrir una maravillosa ciudad. Una ciudad literalmente maravillosa, pues está repleta de rincones mágicos y objetos de lo más variados que te hacen estar en contacto permanente con la belleza (o Belleza, como queráis). Todo el arte que está despeglado contribuye a rodear tus sentidos y tu imaginación, embargándote de una sensación de eternidad y, a la vez, de una fugacidad aplastantes. Todo esto me ha llevado a pensar en el arte y su extraña naturaleza: ¿qué es el arte?, ¿qué busca el arte?, ¿por qué llevamos a cabo obras de arte?

Al fin y al cabo el arte ha sido algo que ha acompañado al ser humano desde el inicio de los tiempos. Desde que en unas cavernas oscuras y lúgubres unas personas decidieron estampar sus manos en las paredes y pintarlas, o desde que se pusieron a pintar animales y escenas de caza (con una pericia bastante considerable, echadle un ojo a esto) sin ningún fin evidente de supervivencia o biológico. Podemos afirmar que está con nosotros mucho antes de que la ciencia o la filosofía dieran sus primeros pasos. Y sin embargo, no resulta claro cuál es el impulso que nos lleva a hacer arte, cuál es la finalidad que perseguimos con ello: ¿qué quieren los artistas?

Otra actividad práctica del ser humano es fabricar instrumentos. En un sentido amplio, los instrumentos son aquello que nos permite adaptarnos al medio. Los instrumentos definen de modo muy especial nuestra relación con el medio y nos ayudan a sobrevivir y prosperar (pensemos en lo complicada y limitada que sería una existencia sin ruedas). Pero por ese mismo motivo sabemos exactamente qué busca el que fabrica un instrumento (otra cosa es que consiga su propósito): utilidad. La utilidad es lo que dicta la conveniencia o no de esos instrumentos que hemos construido.

Pero, ¿qué busca el arte? Desde luego resulta un poco complicado asimilar la práctica artística a la práctica de la fabricación de instrumentos; no creo que nadie sostenga seriamente la utilidad de un soneto de Quevedo. Podemos sospechar con bastante certeza que él no buscaba que su soneto fuera útil. Entonces, ¿para qué sirve el arte?

Algunos de vosotros, los más intuitivos, seguramente diréis que en realidad el arte está buscando la belleza, no la utilidad. Las diferentes artes buscan la belleza de diferentes maneras; tal es su complejidad que no basta un arte, y ni siquiera una sola corriente artística, sino que tratamos de acercarnos a esa gran ilusión, ese gran espejismo, que es la belleza: más cercana cuanto más lejana, más ajena cuanto más accesible.

Estoy parcialmente de acuerdo con esto pero creo que los artistas no siempre buscan la belleza. No siempre buscan un breve guiño de esa esquiva diosa. No. Buscan comunicar algo. Buscan transmitirnos algo que no podrían decir con el lenguaje ordinario. Buscan hablar lo inefable, aquello que se resiste a ser analizado, estructurado, deducido: estudiado. El arte nos pone en contacto con una parte de nosotros que no es susceptible de caer bajo un espectro puramente racional, pero al mismo tiempo tampoco es siempre irracional. Nos dice cosas de nosotros mismos que no sospechábamos; nos ayuda a conocernos, nos libera de miedos y nos transmite alegrías. No es una pura transmisión de sentimientos pero a la vez nos permite llorar y reír con él. No transmite ideas definidas y compactas, pero nos hace reflexionar sobre el valor de las nuestras. No es moral, pero nos susurra valores al oído...

Quizá nos valga la indignación de aquel poeta que, preguntado por lo que significaba su poema, replicó airado que cómo iba a explicar un poema, si precisamente el poema sugería aquello que no era capaz de explicar...

¡Saludos filosóficos!


lunes, 30 de septiembre de 2013

(Parte II) ¿Es la ciencia un conocimiento infalible?: el problema de la inducción

¡Hola compañeros!

Nos quedábamos el otro día con la mosca detrás de la oreja. ¿Qué puede haber que amenace el poder hegemónico de la ciencia? ¿Qué pequeña miseria filosófica va a venir a aguarnos la fiesta? En realidad, no han sido tanto los filósofos como los propios científicos y estudiosos de la ciencia los que han encontrado un serio problema en el método que sigue la ciencia para encontrar verdades. Ese no es otro que el problema de la inducción. Sin embargo, para entender el problema primero hay que entender qué es la inducción y en qué consiste.

La inducción es un procedimiento lógico que seguimos los seres humanos, el cual nos permite encontrar verdades en el mundo que nos rodea. Frecuentemente se opone a la deducción, pero no explicaremos la deducción aquí. ¿Cómo funciona la inducción? En realidad es muy sencilla de entender. Imaginad que estáis en un colegio y observáis que todos los alumnos llevan una camisa blanca. Todos, sin excepción, llevan camisa blanca. ¿Qué conclusión lógica podríais extraer de ahí? Pues, por ejemplo, que el uniforme del colegio incluye la obligación de llevar camisa blanca. Eso es una inducción: a partir de unos cuantos casos particulares (fulano, mengano y zutano llevan camisa blanca en el colegio), induzco una ley universal (en este colegio el uniforme incluye una camisa blanca). Esta es la manera a través de la cual ha procedido históricamente la ciencia en muchas ocasiones. Los experimentos no son más que una manera de poner a prueba inductivamente las hipótesis que barajamos ("he realizado 200 experimentos y todos dan positivo, así que puedo inducir que mi hipótesis es correcta, pues se cumple en todos y cada uno de ellos"). ¿Me seguís? ¡Bien!

A primera vista parece una manera muy correcta y prudente de proceder, pues nos aseguramos experimentalmente de que no haya excepciones e irregularidades. Sin embargo, la inducción como método plantea algunos problemas bastante serios.

a) En primer lugar, por mucho que hayamos comprobado casos que prueben nuestra teoría, nada garantiza que en el futuro siga siendo así. El empirista radical Hume afirmaba incluso que aunque durante todos los días de la historia el sol haya salido por la mañana, nada asegura que en el futuro sea así necesariamente. Desde luego existe una probabilidad alta, pero no una certeza absoluta. Yo he estado vivo durante todos los días de mi vida, pero eso no quiere decir que siga siendo así eternamente. En la Edad Media se ponía el ejemplo de los cisnes negros como algo que nunca nadie va a ver porque siempre se han visto cisnes blancos; más tarde, se descubrió en el siglo XVII que había cisnes negros en Australia. Es decir, ni todas las observaciones que habían tenido lugar en el mundo a lo largo de la historia podían garantizar que en el futuro no se fueran a ver cisnes negros.

b) Además, la inducción es un razonamiento circular. ¿Por qué defienden los inductivistas esta manera de razonar? "Porque", dicen ellos, "siempre ha funcionado." Aaaaah, pero eso es trampa. Eso no vale. Peeeeeeero esta vez voy a dejar que seais vosotros los que expongáis en los comentarios por qué este es un razonamiento tramposo e inválido, ¡a ver quién se lleva el premio (que no hay)! Si alguien quiere la solución concreta puede mandarme un privado por Twitter (@conefedefilosof) y le responderé encantado.

Así pues, y para ir terminando, la ciencia se plantea un problema serio de cara a cuál es el método que debe seguir para probar sus hipótesis e investigar el mundo. De hecho, este es un problema al que se enfrenta todavía hoy y que no ha sido cerrado en absoluto. Al fin y al cabo, siempre han sido los experimentos lo que han diferenciado a la ciencia de la filosofía. ¿Será que no son tan diferentes, después de todo?

¡Saludos filosóficos!

lunes, 23 de septiembre de 2013

(Parte I) ¿Es la ciencia un conocimiento infalible?

¡Hola compañeros!

Aaaah, la vuelta al cole. La vuelta de las vacaciones. Las sonrisas, los gritos, las carreras, las miradas aburridas, los lloros, etc. Casi podría decir que lo echaba de menos (¡casi!) pero lo que esto trae consigo es mi vuelta al blog: mi vuelta a los rediles de la filosofía y la divulgación.

Llevo tiempo dándole vueltas a este tema en concreto y me resulta difícil abordarlo, pues, por un lado, es fácil malinterpretar mi mensaje y, por otro, también es complicado exponer temas un poco abstractos de modo divulgativo y sencillo. No obstante, ¡tengo fe en mis capacidades! ¿Quién no quiere un poco de reto en el blog? Si encontramos que lo que cuento es complicado hacédmelo saber en los comentarios y trataré de editar la entrada para hacer todo más accesible a los lectores más exigentes.

Lo primero que quiero dejar claro es que, aunque el título y el contenido de la entrada pueden sugerir lo contrario, albergo un profundo sentimiento de respeto por la ciencia. La ciencia ha hecho cosas imposibles e impensables con nuestra vida diaria. Desde la comunicación, los viajes, la salud, el entretenimiento, etc., nada ha escapado al progreso tecnológico que la ciencia nos ha procurado. Habrá quienes, escépticos ante las posibilidades de la ciencia, planteen que también la ciencia ha producido mucho mal y destrucción. Eso es muy cierto, pero no debemos olvidar que eso no habla tan mal de la ciencia como de nosotros, los seres humanos, que la utilizamos para amplificar un mal y una destrucción que ya estaban antes de que la ciencia llegara.

En cualquier caso, creo que todos podemos estar de acuerdo en que la vida es más fácil hoy en día gracias a la ciencia y a la tecnología que ella produce. El mero hecho de que me leáis por internet a través de un ordenador o una tableta o un teléfono ya nos muestra hasta qué punto hemos llegado a un punto sin retorno. Incluso aquellos que abogan por una vuelta a un estilo de vida más sencillo o más ecologista tienen página web y perfil de facebook (¡!). Resumiendo, no hay vuelta atrás.

Esto ha provocado que mucha gente tenga la sensación de que, en último término, solamente la ciencia puede proveernos de respuestas exactas y precisas sobre la realidad. Ni la filosofía ni la religión, creen algunos, puede ayudarnos en la vida, pues sus respuestas son, como mucho, variables (¿qué filosofía es la correcta?, ¿qué religión está en lo cierto?). Sin embargo, ¡oh sin embargo!, la ciencia es única, monolítica, sin fisuras. Todos los científicos están de acuerdo y todas las discrepancias son rápidamente borradas en cuanto cualquier evidencia experimental aparece. Basta con ponerle a cualquier producto la estampa "comprobado científicamente" para que toda posibilidad de discusión al respecto desaparezca. Esto es algo que vemos todos los días en la publicidad (pensad por ejemplo en los anuncios de dentífricos, con todos esos actores con batas blancas científicas).

¿Es esto así? ¿Es la ciencia un conocimiento tan seguro y fiable? Sobre todo, ¿es verdad que no hay discrepancias dentro de la propia ciencia? Es más, ¿qué significa que un conocimiento es científico? Como veis las preguntas son complejas, numerosas y un poco filosóficas (en el peor sentido de la palabra). Esta entrada ya se está poniendo un poco extensa así que empezaremos a intentar abordar el problema en la siguiente. Hoy lo hemos planteado, veamos que podemos sacar en claro de todo esto.

Y una cosa... ¡es muy agradable estar de vuelta!

¡Saludos filosóficos!

martes, 16 de julio de 2013

¿Está la felicidad unida a la ignorancia?

¡Hola compañeros!

He estado un largo tiempo sin escribir pero es que me he cogido unas pequeñas vacaciones que también incluían al blog.

Hoy vamos a hablar de un tema que se ha repetido en muchas ocasiones y que todos hemos escuchado varias veces seguro. A veces da la sensación de que es mejor no saber para ser felices (ojos que no ven, corazón que no siente, ¿no?) y de que saber demasiadas cosas nos condena a una vida de desgracia y desencanto continuo. Hay gente incluso que activamente busca no sabe cosas que le puedan desagradar para no caer en ansiedad o depresión. ¡Qué demonios! Yo mismo he sufrido en ocasiones ese síndrome de avestruz de hundir mi cabeza en la tierra para no saber algo malo.

Desde luego ha habido filósofos que han mantenido que la ignorancia es felicidad y que el conocimiento tiene un punto perverso que malogra al ser humano y le sume en la desgracia. Eso es algo que sobre todo ha tenido predicamento en la postmodernidad y todo el siglo XX. Para estos pensadores (no sé captáis la paradoja de ser un pensador y mantener esto) la razón y la ciencia son instrumentos erribles de dominación que en último término nos impiden ser nosotros mismos. El camino de la irracionalidad y la emotividad es para ellos mucho más seguro y "humano". Obviamente muchos de estos pensadores vivieron los horrores de las guerras mundiales con sus ideologías salvajes y los inventos bélicos que sirvieron para condenar a la extinción millones y millones de vidas. Esto hace que se desmorone el mito de que la ciencia y la razón podrán traer paz y progreso a la humanidad (mito que venía perpetuándose desde el renacimiento, prácticamente) y por tanto el ser humano debe evitar pensar demasiado, saber demasiado, plantearse demasiado... Una razón de bajos vuelos que no quiera nunca aspirar a conocerlo todo. Al fin y al cabo, la curiosidad mató al gato, ¿no? (cómo estoy hoy de refranero, por dios).

Y sin embargo... la ciencia sigue avanzando como nunca lo ha hecho, seguimos escudriñando el universo en busca de respuestas sobre nuestro origen, sobre el origen de la realidad, etc. Hoy en día hay más libros que en toda la historia de la humanidad junta; es cuestionable que eso equivalga a que haya una mayor sabiduría pero no podemos dudar de que cada vez estamos más cerca de llegar a respuestas sobre la naturaleza y nuestra realidad. Culpar a la razón y a la curiosidad humana de que perpetren crímenes y sean perniciosas para el ser humano es simplemente no querer ver las cosas con objetividad. Es cierto que la ciencia y el conocimiento pueden ser utilizados para fines malvados, pero esos fines son muy ajenos a los fines científicos genuinos. La ciencia no tiene la culpa de que explotase una bomba en Hiroshima, sino las ansias de poder humanas, nuestra propia ambición desmedida. La primera víctima de esa bomba fue nuestra propia confianza en la razón, en la ciencia, para poder construir una sociedad en la que el sufrimiento  sea menor.

¿Qué opináis filósofos? ¿Creéis que es la ciencia el camino hacia un mundo mejor o debe siempre tutelada y vigilada para que no se desmadre y cree verdaderas pesadillas?

¡Saludos filosóficos!

martes, 28 de mayo de 2013

¿Hay vida más allá de la muerte?

¡Hola compañeros!

Hoy traigo un tema totalmente humano: la muerte. Como veis en el título no me ando con contemplaciones ni paños calientes. He tenido la desgracia de sufrir la muerte de un ser muy querido y cercano y qué mejor momento que este para investigar sobre la muerte. Sin embargo, antes de empezar hagamos un trato: no involucremos a la fe en la discusión, quiero tratar este asunto desde un punto de vista completamente filosófico. Evidentemente la religión tiene mucho que decir al respecto, pero teniendo en cuenta que este es un blog de filosofía me gustaría obviarla. Eso no quiere decir que no valore lo que la religión tiene que decir al respecto, sino que el debate se tornaría muy vasto y complicado y me gustaría mantener el perfil divulgativo y sencillo de este nuestro blog.

Dicho esto, pasemos a ver cómo planteamos el asunto. Veamos a los que han sido mayoría: los filósofos que han defendido que existe algo más allá de la muerte. Por supuesto, tendríamos también que analizar en qué consiste ese algo, que realmente eso es lo que nos interesa (no sé yo si me atrae mucho la idea de reencarnarme en un gusano de playa). Pero no adelantemos acontecimientos.

La mayoría de los filósofos han estado históricamente de acuerdo en que la muerte no es el final, sino el comienzo de algo diferente (si bien han discrepado sobre qué forma concreta adopta esa vida ultraterrena). Esto supone la aceptación de la existencia de un alma inmaterial dentro de cada uno de nosotros que sobrevive a ese gran trauma que es la muerte, la separación de nuestro cuerpo. Esa alma suele ser considerada de naturaleza racional. Es decir, es inmaterial porque trata con objetos inmateriales como las ideas y los conceptos. Según estos filósofos aquello que se relaciona con lo inmaterial ha de ser también inmaterial. En el Fedón o sobre la inmortalidad del alma, diálogo maravilloso de Platón, se nos ofrece el siguiente argumento: puesto que el alma es el principio de vida, es imposible que muera, puesto que iría en contra de su misma esencia. Sería como decir que es posible convertir al 3 en un número par. Filósofos posteriores, como los racionalistas, afirmarán que el alma humana es tan diferente al cuerpo que no existe en realidad relación alguna entre ambos. De este modo, el cuerpo se disuelve tras la muerte, pero el alma no sufre cambio alguno.

En resumen, multitud de filósofos han mantenido y afirmado la inmortalidad del alma hasta prácticamente nuestros días. No deja de resultar una falacia de autoridad el asentir al pensamiento de hombres tan inteligentes, pero en realidad no nos dejamos deslumbrar por su inteligencia, sino por el resultado de ella, sus razonamientos. Seguiré próximamente en otra entrada porque esta va a quedarse muy extensa y no es esa mi intención.

Os dejo con este maravilloso fragmento de Séneca (¡otra vez!). Tuve que traducirlo del latín en la carrera y ya en esos años embrutecidos universitarios me marcó profundamente la intensidad de este hombre. Séneca consuela a su madre por su exilio en una larga carta que termina así:

Por lo demás, puesto que es inevitable que, aun cuando hayas
hecho todo esto, de vez en cuando tus pensamientos recaigan en mí,
y que ninguno de tus hijos te ande rondando más a menudo, no porque
ellos sean menos queridos, sino porque es natural que se lleve la
mano más frecuentemente donde duele, oye cómo tienes que pensar
en mí: alegre y sin pesar como en las mejores ocasiones. Pues son las
mejores, porque el alma, desprovista de todas sus preocupaciones
está libre, y tan pronto se recrea en ocupaciones ligeras, como se
alza, ávida de verdad, a considerar su naturaleza y la del universo.

En primer lugar se interesa por las tierras y su disposición; a continuación
por la naturaleza del mar que las rodean, y sus mareas alternas
altas y bajas; luego, sobrecogida, contempla todo lo que se
extiende entre el cielo y las tierras, este espacio agitado por truenos,
rayos y ráfagas de viento, de nubes y de nieves, y por el golpear del
granizo; entonces, tras recorrer las cosas más bajas, irrumpe en las
más elevadas, y goza del hermosísimo espectáculo de lo divino:
recordando su eternidad en todo lo que ha sido y ha de ser, recorre
todos los tiempos.


¡Saludos melancólicos!

lunes, 20 de mayo de 2013

La libertad no existe: los filósofos de la necesidad

¡Hola compañeros!:

Ya anuncié en la penúltima entrada que pronto os hablaría de los filósofos que defienden que no podemos ser libres. Son relativamente pocos comparados con aquellos que defienden la libertad pero aun así sus argumentos son poderosos y merece la pena que sean escuchados (o leídos, más bien). Ya adelantamos la teoría del bueno de Spinoza acerca de que en realidad no somos libres y que la libertad no es más que el desconocimiento de las causas que mueven la conducta del ser humano. En último término, para el autor, nuestra libertad es una ilusión producida por la ignorancia.

Lo interesante aquí está en comprobar que los ancestros intelectuales de Spinoza (reconocidos por él mismo) se encuentran muy lejos en el tiempo, allá por la época romana. El estoicismo es una escuela de filosofía que tuvo muchísimo predicamento en la época imperial romana porque sus ideas encajaban muy bien que el ideal romano acerca de cómo debe ser un buen ciudadano. El estoico más famoso fue Séneca y ya que tenemos a un ilustre hispano entre las filas de filósofos digamos algo sobre su pensamiento.

Para los estoicos el ser humano no es libre porque todos nos hallamos sujetos al destino (fatum), a la fatalidad. Ese destino gobierna nuestras vidas y hace que cualquiera de nuestras decisiones carezca de peso a la hora de regir nuestras vidas. Lo único que podemos hacer es contentarnos con aceptar aquello que el destino nos tenga reservado y no tratar de cambiar aquello que no se puede cambiar. No podemos elegir lo que nos ocurre pero sí la forma de afrontarlo. Existe por tanto una cierta libertad en el ámbito de la actitud, más que en el de los actos. El mundo y los dioses nos imponen una cierta realidad que no podemos -ni debemos- cambiar; no obstante, sí que podemos elegir aceptar estoicamente (valga la redundancia) lo que nos ocurra. Séneca es el autor de una de las frases más bellas e inspiradoras de la cultura romana:

Fata volentem ducunt, nolentem trahunt.

(El destino guía al que se somete y arrastra al que se resiste)

Resulta interesante comprobar cómo las filosofías de la necesidad surgen como una respuesta a una demanda social. Generalmente, terminan siendo filosofías consolatorias. Es decir, tratan de dar consuelo ante las desgracias de la vida mediante la asunción de que todo lo malo que nos ocurre en realidad no es culpa nuestra sino que es el destino el que nos pone frente a ello. Para estos pensadores (Spinoza incluido) la virtud más destacada del ser humano es la de aceptar sin pena ni alegría lo que el destino le tenga deparado. Hemos de ser fuertes y acorazados, sin caer en la depresión o en la euforia, pues en último término nada depende de nosotros y lo que hoy es tristeza mañana puede ser alegría (o viceversa). Hacer depender nuestra felicidad de todos esos bienes externos nos hace depender de poseerlos, lo cual en último término hace depender la felicidad de todo tipo de factores externos que poco o nada tienen que ver con nosotros.

Depositemos nuestra felicidad en un lugar del que no pueda sernos arrebatada, nuestro interior. Por eso dice que el "mayor imperio es el imperio de uno mismo". Él mismo no los recuerda:

¿Preguntas qué es la libertad? No ser esclavo de nada, de ninguna necesidad, de ningún accidente y conservar la fortuna al alcance de la mano.

¡Saludos filosóficos!

jueves, 9 de mayo de 2013

¡Me han dado un premio!

¡Hola compañeros!

Hoy rompo mi rutina de entrada semanal (aunque ya me gustaría cumplirla siempre) pero es por una buena causa: ¡ME HAN DADO UN PREMIO! Es un reconocimiento entre blogueros que recomiendan el blog a otras personas por la causa que sea. Es el "Lovely Blog Award" y los más avispados ya lo veréis en la esquina inferior de la página, donde ya quedará por siempre jamás.

En primer lugar quiero agradecer a la bloguera que me lo ha concedido y a la vez felicitarla por sus maravillosos consejos para cocinar comida italiana http://www.enunacocinaitaliana.com/; no dejéis de pasaros por ahí para comprobarlo vosotros mismos.

Por mi parte quiero premiar a estos blogs por su contenido original, aunque no sean estrictamente filosóficos:

- Por explicar la historia de un modo delirante y constructivo, pero sobre todo divertido http://lacruzdecoronado.wordpress.com/
- Por escribir microrrelatos fantásticos y por aguantar estoico mis clases http://gonzaloarbex.blogspot.com.es/

Tendría que pensar algunos más pero por ahora se me ocurren estos. Si me leéis tenéis que responder a esto chavales y postearlo en vuestro blog igualmente.

¿cuál fue el motivo por el que creaste el blog?
¿cuántas entradas escribes en un mes? ¿tienes elegido un día para publicar?
¿cuánto tiempo le dedicas a tu blog?
¿cuál es la entrada más exitosa de tu blog? ¿por qué crees que es así?
¿cómo promocionas tus entradas y tu blog?
¿cómo ha evolucionado tu blog?
¿dónde encuentras nuevas ideas para tu blog?
¿cómo haces las fotos?
¿vas a cambiar algo de tu blog en el futuro próximo?
¿ quién y/o qué te anima a seguir?
¿qué tienen en común los blogs que vas a premiar a continuación?

Se me pide que responda a una serie de preguntas, a modo de entrevista, así que  ahí voy.

¿Cuál fue el motivo por el que creaste el blog?

En realidad, como muchas de las cosas que hago, surgió sin demasiada premeditación. Visitando páginas webs de filosofía y otros blogs me he ido percatando de que hay un montón de información disponible, pero nunca encuentras esa explicación sencilla que acompañe a esa información con lo que la confusión es muy grande. Es decir, no solamente hay que informar sino también acompañar en esa información para que sea correctamente comprendida y deje cierto poso.

¿Cuántas entradas escribes en un mes? ¿Tienes elegido un día para publicar?

Mi objetivo es siempre hacer unas cuatro o cinco entradas al mes (una a la semana) pero no siempre es posible porque la vida real te arrastra en sus avatares. Prefiero publicar a principios de semana, lunes o martes a ser posible.

¿Cuánto tiempo le dedicas a tu blog?

Cada vez más, la verdad. A medida que las visitas y los comentarios van aumentando también lo hace mi autoexigencia. Intento que el que llegue se sienta a gusto y quiera quedarse y volver.

¿Cuál es la entrada más exitosa de tu blog? ¿Por qué crees que es así?

Sin duda, la entrada de Descartes "Pienso, luego existo". Al ser una de las frases más famosas de la historia su búsqueda en Google les lleva directamente a este blog (tengo la suerte de ser una de las primeras respuestas a esa búsqueda). También la entrada de los dilemas morales tiene muchísimo éxito, así como la del problema del cambio.

¿Cómo promocionas tus entradas y tu blog?

Principalmente a través de Twitter y Facebook, con muy buenos resultados la verdad.

¿Cómo ha evolucionado tu blog?

Pues comenzó como una pequeña idea para recoger contenidos para los alumnos pero ha evolucionado con mucha rapidez hasta conseguir que el número de visitas aumente espectacularmente mes a mes. Supongo que hay mucha gente a la que le interesa la filosofía ¡contra todo pronóstico!

¿Dónde encuentras nuevas ideas para tu blog?

Depende de los días: pueden ser comentarios casuales de lectores, materia de mi asignatura, reflexiones personales que vienen desde hace tiempo rondándome la cabeza, etc. No me cierro a nada.

¿Cómo haces las fotos?

Las fotos no son lo mío, las tengo que robar de internet. ¡El día que a alguien le dé por comprobar los derechos voy a meterme en problemas! :)

¿Vas a cambiar algo de tu blog en el futuro próximo?

En principio voy a empezar a abrirme a colaboraciones de lectores para que ellos publiquen también reflexiones filosóficas en el blog. ¡También es de ellos! Pero iré poco a poco porque quiero asegurarme de que el contenido es bueno.

¿Quién y/o qué te anima a seguir?

Los lectores. Siempre. El día que nadie entre en el blog será el día de "colgar el teclado". O de colgarme con él, no hay que despreciar esa opción tampoco...

¿Qué tienen en común los blogs que vas a premiar a continuación?

Todos me han sorprendido de una manera u otra. Y si mi blog, que es patatero, tiene el premio, ellos lo merecen mucho más.


¡Muchas gracias por estar ahí!

miércoles, 8 de mayo de 2013

La libertad

¡Hola compañeros!

El otro día algunos de vosotros me confesabais de viva voz la honda impresión que os había producido la última entrada sobre la libertad en Spinoza. En el momento de escribirla no caí en la cuenta de que quizás no traté el tema con toda la delicadeza que debía. No es otra cosa que un defecto profesional: a veces no me percato de que estos asuntos son nuevos para muchos de vosotros, y que jamás os habíais planteado ninguna problemática alrededor de ellos y, hala, llego yo y pongo en duda todo sin ni siquiera dedicarle un poco de ceremonia.

En concreto, resulta que alguno me decía: "me he quedado fatal, lo de que no somos libres, ¡a ver si es verdad eso! ¡Qué deprimente!". Lejos de mí el deseo de deprimir a nadie, sino más bien al contrario, trató de estimular el debate y la reflexión. Ni quiero que nadie cambie sus ideas, sino más bien que asiente sus propios valores sobre cimientos más sólidos y firmes. Sin embargo, por aquello de presentar las dos caras de la misma moneda, voy a intentar presentaros un panorama más completo sobre la cuestión de la libertad para que vosotros mismos podáis llegar a conclusiones. Como siempre, los comentarios son más que bienvenidos.

Hoy defenderé la libertad. Dejaré su ataque para la siguiente entrada.

Y es que ¡cómo no vamos a ser libres! Todos albergamos dentro de nosotros ese sentimiento de que somos libres. No es que tengamos libertad, no. Es que SOMOS libres. Forma parte constitutiva de nuestro ser y nadie podría jamás convencernos de lo contrario. Del mismo modo que uno se sabe enamorado, no necesita de demostraciones teóricas ni de tratados sobre el tema, la libertad resulta un sentimiento que nos revela una verdad profunda. Nuestra sensación de libertad resiste frente a cualquier ataque pseudointelectual o filosófico. Una defensa de la libertad de este tipo será la que lleven a cabo pensadores románticos, que tanto hincapié hacían sobre los sentimientos y las pasiones. De hecho, en la época romántica tiene lugar la consabida polémica "naturaleza vs. libertad": ¿determina lo que somos lo que podemos llegar a ser?

Kant, un poco antes, defendía que la libertad no puede ser comprendida o explicada teóricamente. No es un concepto sino más bien una condición: si no existe la libertad entonces no podríamos juzgar moralmente. Evidentemente, no podemos juzgar moralmente a alguien que actúa obligado, sin posibilidad de elección. Como mucho podemos retenerlo o castigarlo por ser un peligro (como haríamos con un animal peligroso, por ejemplo) pero jamás juzgarlo moralmente. La libertad se convierte en Kant en una condición necesaria para que exista la ética, lo bueno y lo malo.

Filósofos más actuales, como los existencialistas, hacen de la libertad la base del ser humano. Para ellos la libertad es lo que define primordialmente al hombre. Somos, ante todo, libertad. No hay una naturaleza humana que determine los actos del ser humano, sino que son nuestras acciones las que determinan quiénes somos. Nuestra libertad moldea nuestra forma de ser, no al revés. No obstante, para los existencialistas la libertad es más una maldición que un don, pues nos hace máximamente responsable de nuestros actos. Los seres humanos, dirá Sartre, estamos condenados a ser libres.

En realidad, relativamente pocos filósofos han atacado la libertad. Indicaré a algunos de ellos en la próxima entrada a pinceladas, como he hecho en esta. Hasta entonces os dejo con este canto argentino a este bello don que poseemos, o no...


¡Saludos filosóficos!

martes, 30 de abril de 2013

¿Somos libres? El determinismo de Spinoza

¡Hola compañeros!

Hoy entramos en una teoría filosófica muy controvertida. Nuestro amigo Spinoza se ganó bastantes enemigos con sus opiniones sobre este tema. No obstante, antes de meternos profundamente en la respuesta haríamos bien en considerar si hemos comprendido bien la pregunta.

Creo que no me equivoco si afirmo que todos nos hemos hecho esta pregunta en algún momento de nuestra vida. Cuando nos enamoramos sentimos como que nuestra vida y nuestras acciones no nos pertenecen; también nos sucede que a veces podemos pensar que nuestra vida ha sido decidida por nosotros (maravillosa en este sentido la película de "El Show de Truman"). Sea cual sea la situación hemos de ser conscientes de que preguntar si somos libres es lo mismo que preguntar: "¿qué mueve mis acciones?" Es decir, si no soy yo el que decide libremente su futuro, ¿quién o qué está tomando esas decisiones por mí? ¿Somos mecanos sofisticados? ¿Es posible predecir al 100% nuestras acciones igual que predecimos que una roca caerá si la tiro hacia arriba? ¿Existen leyes ocultas del comportamiento humano que no hemos desentrañado?

Esta es la pregunta que Spinoza se plantea. Su respuesta, lejos de ser parcial o timorata, está llena de decisión: no somos libres. Los seres humanos no podemos ser libres de ninguna manera, lo que ocurre es que poseemos una ilusión de libertad. A esto se le llama en filosofía determinismo.Y Spinoza no tiene ningún reparo en admitir que sí, que es determinista. ¿Qué es lo que lleva a pensar que no somos libres?

Para empezar, no tiene más remedio dado lo que comentamos la semana pasada. Para él todo es Dios, es decir, todo lo que existe pertenece a la sustancia divina, incluidos nosotros. El pensar que cada uno de nosotros es una sustancia individual, separada de Él (o él, como queráis) es propio de necios e insensatos. El verdadero hombre sabio, según Spinoza, se percata de que nuestra existencia solamente tiene sentido si nos consideramos como parte de un todo divino, como algo inseparable de ello. Cada uno de nosotros es parte de Dios, parte de algo mucho más grande y superior. Somos en Dios y Dios es en nosotros, no hay ninguna diferencia. Si esto es así, resulta forzoso admitir que nuestro comportamiento no es nuestro, sino que en realidad es Dios el que actúa a través de nosotros: somos el mismo Dios que actúa. No poseemos individualidad ni nada parecido, aunque los insensatos así lo prediquen.

La libertad, siempre según nuestro querido sefardí, consiste en actuar según nuestra propia naturaleza sin que nada exterior a nosotros nos violente. Pero según esta definición, solamente Dios es libre, pues solamente Dios actúa según su propia naturaleza; nosotros actuamos según Dios dispone, pues nuestra naturaleza es divina. Siempre existen necios que pensarán que todo lo que hacen lo hacen porque lo han elegido libremente, pero resulta una ilusión vana. De esta manera solamente conseguiremos estar frustrados y tristes ante lo que no es sino ignorancia. El verdadero hombre sabio contempla todas sus acciones bajo el prisma de la eternidad ("¿qué impacto tiene en el universo que yo haya suspendido este examen?") y así le produce consuelo frente a todos los males que nos acechan y nos atormentan. El sabio es feliz, pues se sabe parte de Dios y parte del universo. No aspira a controlar su destino y sus acciones sino que acepta lo que le sucede con estoicismo y tranquilidad, pues es consciente de su pequeñez respecto a todo.

Muchos de vosotros os rebelaréis frente a la idea de que la necesidad gobierna a los hombres, pero el mismo Spinoza podría preguntaros:

¿Cuántas decisiones libres has tomado hoy?

Hala, os dejo con Libertad, uno de los personajes más curiosos de Quino:

¡Saludos filosóficos!

lunes, 22 de abril de 2013

El panteísmo, o todo es Dios

¡Hola compañeros!

Una de las teorías más conocidas (y más polémicas) del señor Spinoza hace referencia a Dios. Como habréis adivinado por el título, este filósofo era panteísta y os estaréis preguntando: "¿qué demonios es el panteísmo?" Y, oh maravilla de las maravillas, hoy he decidido no dar la respuesta al final sino que os responderé inmediatamente. El panteísmo (pan, "todo" y theos, "Dios") afirma que todo es Dios. Es decir, lo único que existe en la realidad es Dios. No hay nada más real que Él y todo está integrado en Él. El mundo, nuestras ideas, nuestro vecino, mi ampolla del pie, todo, no son más que maneras que tiene Dios de manifestarse.

"Pues vaya", pensaréis, "tampoco es muy diferente al cristianismo, ¿no?". Existen diferencias notables con las religiones, digamos, más frecuentes en Occidente. Para empezar, Dios al crear el mundo se distancia de él. Es decir, existe una distancia entre el creador y lo creado. Pero para el panteísmo Dios no crea el mundo: Dios es el mundo. El mundo es, en sí mismo, divino.

Eso nos lleva a la segunda gran diferencia: no existe la transcendencia en el panteísmo. No hay un "más allá", sino que todo sucede en el mismo plano de existencia. No hay un plano mortal, material y otro divino. Es decir, no nos cabe esperar un cielo metafísico en el que seremos todos eternamente felices. Para el panteísta la muerte no es más que disolverse en la sustancia divina igual que una onza de chocolate se funde en una olla junto con el resto de onzas. Nada queda de nosotros, excepto nuestra unidad con Dios.

Es por eso que el panteísmo difícilmente puede convertirse en religión. Existen, es cierto, algunas religiones que poseen características cercanas al panteísmo -como por ejemplo el budismo- pero ninguna lo asimila completamente. Al fin y al cabo, ¿quién querría pertenecer a una religión que le niega la vida tras la muerte? ¿Quién querría un Dios tan impersonal y frío? ¿Por qué llega el autor a esta inquietante teoría?

Spinoza se da cuenta de que Descartes había planteado las cosas de modo incompleto. Para Descartes toda la realidad -todo lo que existe- eran sustancias, entendiendo por sustancia "aquello que no necesita de otra cosa para existir". Esto se oponía a accidente, que sí necesita estar encima de una sustancia para existir (por ejemplo, el color, que siempre ha de estar encima de una cosa para poder existir). Un accidente no puede existir solo, sino que necesita otra cosa siempre: el sabor dulce solamente puede existir sobre una comida, no hay manera de encontrarlo sin que esté pegado a otra cosa.

Por tanto, una sustancia para Descartes es algo que no necesita de otra cosa para existir sino que existe por sí misma. Ahora bien, estrictamente, esa definición solamente se aplica a Dios, pues todo lo demás depende de Él para existir (por la creación del mundo). De ahí concluye Spinoza que la unica sustancia real es la divina, Dios. Todo lo demás no somos otra cosa que meros accidentes, meras manifestaciones de esa sustancia. En realidad, somos parte de Dios. Dios, entre otras cosas, es un ser material.

Uhm. Una discusión que quizás se ha puesto un poco abstracta. Lamento haberme salido ligeramente de mi habitual línea divulgativa pero, qué demonios, de vez en cuando esto nos viene a todos y así podemos desoxidar un poco las neuronas durante esta semana tratando de averiguar qué he tratado de expresar en el párrafo anterior.

Os dejo por esta semana. La próxima semana analizaremos una de las ideas más curiosas y repetidas de la historia del pensamiento. Una de esas ideas que a todos se nos ha pasado por la cabeza alguna vez. Pero no todavía...

¡Saludos filosóficos!

lunes, 15 de abril de 2013

El filósofo del mes: Baruch Spinoza

¡Hola compañeros!

Hace ya mucho que no escribo por aquí. Pero tengo una buena excusa: me he casado. Sí. Un filósofo ha conseguido casarse, lo cual me hace entender finalmente que realmente no soy un filósofo digno de tal nombre. Como comprenderéis eso me ha mantenido un poco apartado del blog y de toda actividad intelectual más allá de beber agua de coco.

Pero estoy de vuelta con un filósofo nuevo y vibrante. De hecho un filósofo relativamente poco conocido aunque de poderoso pensamiento. El gran Baruch Spinoza (o Benito Spinosa, o Benedictus D'Espinosa) ocupa hoy nuestra portada y trataremos de que comprendáis por qué es uno de mis filósofos favoritos.

Como siempre vamos a echar un rápido vistazo a su vida y biografía. No tiene desperdicio.

Spinoza nace en Ámsterdam en 1632 procedente de una familia de judíos sefardíes (ya sabéis, los descendientes de aquellos judíos expulsados de España por los Reyes Católicos). Es, ya desde el principio, un tipo sin hogar, desarraigado. Por supuesto, domina el holandés, el latín y el español en un ciudad que gozaba de una notable tolerancia religiosa en una época en la que quemar herejes estaba bastante a la orden del día. Muy joven contrajo una tuberculosis que iría poco a poco minando su salud hasta terminar finalmente con su vida.

A pesar de haber recibido una educación fuertemente ortodoxa en lo judío, nunca acabó de encajar en el pensamiento judío y comenzó a ser educado en enseñanzas cartesianas, que pronto le convencieron. En 1656 fue expulsado de la comunidad judía y excomulgado, lo que provocó su mudanza a las afueras y que tuviera que trabajar puliendo lentes ópticas para sobrevivir. Sí, lo sé, es el típico trabajo de asesino en serie, pero es que el propio Spinoza era un tipo bastante siniestro. Le divertía por ejemplo quitar alas a las moscas y ponerlas en las telas de las arañas para ver cómo eran comidas. Supongo que cuando no hay internet con algo hay que divertirse...

Sin embargo, ya comenzaba a ser conocido en esta época por los escritos filosóficos y políticos que publicaba y se carteaba con los intelectuales más famosos de Europa. Lamentablemente para él, su protector, el príncipe Jan de Witt, muere y prudentemente opta por dejar de publicar sus obras. Aun así, sus escritos circulan entre admiradores muy numerosos, hasta el punto que se le ofrece la cátedra de filosofía de Heidelberg, que rechaza porque no se le garantiza libertad filosófica.

Un año antes de su muerte, recibió una visita del ilustre y grande Gottfried Leibniz, aunque este negó más adelante haber tenido tal entrevista. Así es la política a veces, consigue esconder la verdad bajo la alfombra por el miedo al qué dirán.

Spinoza muere en 1677 dejando un legado racionalista e inspirador para muchos filósofos posteriores. Dejaré una cita suya especialmente inspiradora sobre los celos, que él afirmaba que aumentaban "imaginando los genitales y las excrecencias de aquel que posee nuestro objeto amado". Maravilloso.

¡Saludos filosóficos!

lunes, 18 de marzo de 2013

El mito del carro alado

[Creo que un blog es siempre algo personal pero que llevado al extremo puede dar la sensación de ser el producto de una sola mente endogámica y aislada. Lo interesante de una iniciativa de este tipo es que seamos capaces de mantener una producción filosófica compartida. Con esto en mente, y llevado por cierto ímpetu profesoral, me he decidido a pedirle a un alumno que me escriba una entrada para el blog. Tras algunos dimes y diretes este es el fantástico resultado. Quiero resaltar el hecho de que esta producción literaria y filosófica es enteramente suya: mi única intervención ha sido el animarle a hacerlo. ¡Espero que lo disfrutéis tanto como yo!]




El Mito del Carro Alado

He aquí un pequeño relato literario, quizá sacado del propio Mundo de las Ideas, quién sabe. Refleja claramente el Mito del Carro Alado, que Platón utilizó para explicar de forma metafórica su respuesta al problema antropológico. Partiendo de su teoría del Mundo de las Ideas, y derivando en su teoría de la Reminiscencia, ambas explicadas en entradas anteriores, tenemos aquí el Mito del Carro Alado.

Ambos caballos parecían no cansarse nunca. Azotados por el auriga, habían recorrido kilómetros batiendo sus alas enormes. El caballo blanco corría plácidamente, disfrutando la carrera, pues era su voluntad hacerla; sin embargo, el caballo negro parecía estar violentamente obligado a hacer lo que no quería.
Fue mucho el tiempo que así aguantaron, pero llegó el momento. Días, quizá semanas después (es difícil controlar la noción del tiempo en aquel lugar idílico), el brazo azotador del auriga comenzó a quejarse, empezó a doler.
Qué debió hacer, ¡Quién sabe! Pero qué hizo... faltó la fuerza, la Razón, y en un momento de debilidad del auriga el caballo negro aprovechó para cambiar la dirección de su trayectoria, guiada por la Pasión. No hicieron falta más fallos, pues el carro volcó, y él, ella, el auriga, la Razón, cayó de ese mundo y quedó encerrada en un cuerpo mortal.
Ahora no recuerda nada, el golpe le hizo perder la memoria. De vez en cuando, este mundo sensible en que vive, reflejo imperfecto del Mundo de las Ideas, le revela imágenes fugaces de su verdadero hogar. Y él, ella, solo piensa, razona y reflexiona, preparándose para el día en que pueda volver, preparándose para el día en que se despedirá del cuerpo, preparándose para el día en que, disfrazado de muerte, alguien le lleve de nuevo a casa.

Gonzalo Arbex
http://gonzaloarbex.blogspot.com.es/

lunes, 25 de febrero de 2013

El amor platónico



¡Hola compañeros!


Debo disculparme. Ha pasado un cierto tiempo desde mi última entrada. He estado bastante ocupado y eso ha centrado muchos de mis esfuerzos, aunque sé que no tengo excusa ante este prolongado silencio. Así pues, disculpísimas.

Una vez excusado -espero-, paso a relataros uno de esos mitos que han pervivido extrañamente en el imaginario colectivo de la sociedad. Es decir, la filosofía generalmente pasa sin pena ni gloria por el mundo de la gente "normal" (entendiendo por gente normal aquella que no se dedica a meterse en este blog absurdo, lleno a rebosar de dolores de cabeza filosóficos). Sin embargo, en ocasiones, algunas expresiones filosóficas gustan a los ciudadanos de a pie y hacen feliz carrera entre ellos. En este caso podemos afirmar sin temor a equivocarnos que la expresión "amor platónico" está entre ellas. Solemos entender con ello a una persona que ocupa nuestro corazón como ninguna otra y que resulta inalcanzable. Algunos hemos tenido muchos amores platónicos a lo largo de la vida (sobre todo por el hecho de resultar inalcanzables) y otros, con más fortuna, desconocen el concepto de amor inalcanzable o platónico. Ellos se lo pierden. No obstante, como suele ocurrir, lo que Platón tenía en mente al escribir sobre el amor no es lo mismo que lo que entiende mucha gente. ¿Qué es, pues, el amor platónico para Platón, valga la redundancia?

Hablamos, tiempo ha, de la teoría de las ideas de Platón, y de cómo conocer las ideas es conocer lo que realmente es real. Es decir, este mundo sensible que nos rodea, este mundo de los sentidos y percepciones no deja de ser falso e ilusorio. Esto es muy bonito, pero ¿qué tiene que ver con el amor? Para Platón, nadie deja de ser ignorante porque sí. ¿Qué interés puedo tener en conocer ese mundo de las ideas? ¿Para qué voy a abandonar este cómodo mundo  que me rodea, lleno de placeres y distracciones? No tenemos mucho incentivo para esforzarnos, parece ser.

Sin embargo, Platón acude a una de las fuerzas más maravillosas, poderosas e incomprensibles del ser humano: acude al amor. En un audaz movimiento, propio del torero más aguerrido, realiza un requiebro de última hora y reformula por completo el concepto del amor. Nosotros entendemos que solamente se puede, propiamente, amar a una persona. En otras palabras, por mucho que amemos el dinero, o el poder o a mi perro Toby, lo cierto es que el amor auténtico solamente puede consistir en un amor a algo igual en dignidad a nosotros (como mínimo). El resto de "amores" son intrusos con los que bien podríamos utilizar otras palabras como afecto, cariño o simplemente apego.

Pero para Platón el amor es un impulso que nos eleva siempre a alturas insospechadas, resulta una fuerza motriz que nos libera de nosotros mismos y nos anima a conocer más del objeto amado, a contemplarlo bajo una nueva luz. De pronto, aquello que hemos empezado a amar toma una nueva luz: nos resulta bello. La belleza es una cualidad de las ideas que resulta necesaria para Platón. Queremos conocer debido a que el conocimiento es algo bello en sí mismo, porque rechazamos lo feo y nos acercamos con amor hacia lo bello. El ser humano es un ser que anhela belleza, y es por eso que el amor nos guía, paso a paso, hacia el conocimiento de lo real. Queremos conocer la realidad (nos referimos al mundo de las ideas) porque es apetecible, porque es bella.

El amor platónico no consiste, pues, en un amor al uso. No es un amor desmedido e inalcanzable, sino un amor a las ideas, a la Belleza como concepto, al conocimiento, a la Verdad, a lo Bueno. Es un amor interesado puesto que nada resulta más interesante que conocer la verdad y la realidad. La ignorancia nos resulta odiosa por eso mismo, es fea y contrahecha. La ignorancia es un estado antinatural del hombre, y como tal, nos resulta repulsiva.

Así que la próxima vez que sintáis tentaciones de utilizar esta expresión recordad que con ella contribuís a perpetuar un equívoco que ya dura demasiado. O simplemente puede que os dé igual porque estáis enamorados. Haréis caso a otro insigne platónico como san Agustín de Hipona, que nos proponía su particular visión del amor: ama y haz lo que quieras.

¡Saludos filosóficos!

lunes, 4 de febrero de 2013

¿El fin justifica los medios?

¡Hola compañeros!

Qué famosa es esta frase. ¡Pero qué mítica es! Es la típica frase que te sueltan los chicos en clase cada vez que no saben muy bien qué decir. Haces una pregunta sobre ética y enseguida surge "p-pero... el fin no justifica los medios". No puedo culparles por acudir a ella; al fin y al cabo, la han escuchado innumerables veces de boca de sus padres y adultos cercanos (me niego a incluir a los políticos dentro del concepto "adultos" y apenas me atrevo a meter a los profesores en ese saco).

Ahora bien, estos mantras que se repiten machaconamente como viejas oraciones de lo políticamente correcto siempre me resultan sospechosos. Al fin y al cabo, alguien debe de sostener lo contrario en algún lugar de la cultura humana. Aunque ya hemos estado charlando sobre él en otra ocasión no está de más recordar que fue Maquiavelo el que mejor cristalizó esta idea de que en política cualquier medio es bueno si se consigue alcanzar un fin determinado. No voy a repetir lo que dije de él sino que solamente quiero analizar esta idea que esconde la frase pues creo que muchas veces se entiende incorrectamente.

Podemos empezar, creo yo, por recordar lo que es un medio. Un medio es un camino hacia un fin concreto. Nada más. Un coche, por ejemplo, es un medio para llegar al trabajo porque nos permite cumplir ese fin concreto (llegar al trabajo). Esto no quiere decir que sea el único medio que existe, sino que para algunos de nosotros resulta el medio más eficiente. No es para todos así, pues algunos encontrarán más eficiente el autobús o incluso ir andando (¡a estos los odio con amargura!)

¿Justifica ir a trabajar el uso del coche en este caso? Solamente en el caso en el que no exista un medio más eficiente de alcanzar el fin planeado. Si alguien vive a 20 metros del trabajo el uso del coche no está justificado, pues existen medios más eficientes de alcanzar el objetivo, como simplemente ir andando. El problema es que a veces resulta complicado dirimir (distinguir, queridos compañeros sufridores de la LOGSE) cuál es el medio más adecuado para el fin que buscamos obtener.

Vamos a ver otro ejemplo que además resulta de actualidad. Creo que es un deseo de todo ser humano el ser rico y poseer inmensas cantidades de dinero. ¿Justifica este deseo el hecho de robar? ¿Es un medio adecuado para ese fin? ¿Justifica ese fin -ser ricos- el medio que vamos a utilizar -robar como impresentables-?

Hilemos fino. Si robamos no es para poder dormir sobre colchones de billetes de 500 euros sino para vivir mejor y, en definitiva, para ser más felices. En realidad lo que creemos que nos va a proporcionar esa riqueza es mayor felicidad. Sin entrar a discutir sobre si eso es lo que más nos conviene, creo que estaremos de acuerdo en que andar robando no es la manera más cómoda de vivir. La sociedad tiene la desagradable costumbre de andar persiguiendo a aquellos que roban y una vez te cogen te pasas una maravillosa temporada a la sombra, donde las maravillas no conocen límites. En la cárcel no parece fácil ser feliz (no digo que sea imposible, pero así a priori...) con lo que el medio que utilizamos para ser felices se nos ha vuelto en nuestra contra. Se me puede objetar que no siempre se coge a los ladrones, pero tampoco se vive cómodo todo el día con un pie dentro y otro fuera de la ley, no debe resultar muy relajante estar todo el día a salto de mata. La (afortunadamente) poca gente criminal que he conocido andaban todo el día mirando por encima del hombro por si acaso. Baste echar un vistazo a la maravillosa película de "Atrápame si puedes" de Spielberg para darse cuenta del nivel de paranoia que manejaba el protagonista. Si eso es felicidad que baje Dios y lo vea...

¿Qué quiero decir con esto? Que los medios que se estaban utilizando para un fin concreto no estaban en armonía con el fin que se estaba buscando en realidad. Aunque aparentemente eran un camino más rápido y cómodo para llegar a la meta en realidad nos estaban alejando de ella. ¿Justifica el fin los medios? ¡Por supuesto! Pero siempre y cuando esos medios nos conduzcan al fin que pretendemos en realidad.

Desconfiad de los cantos de sirena de las soluciones fáciles y los atajos; no existen atajos para la vida plena, no hay cómodos pavimentos en los que contemplar a esos imbéciles que pelean por tener una vida digna mientras tú has tomado el camino de los medios rápidos y expeditivos. Esos no son medios para el fin que crees, sino que te llevan a lugares donde nadie quiere estar. Cuando camines por una vía que nadie recorre y parece sencilla desconfía, amigo, desconfía...

¡Saludos filosóficos!

¡10.000 visitas!

¡Hola compañeros!

Acabo de comprobar que ya he sobrepasado las 10.000 visitas en el blog. No tengo palabras de agradecimiento para todos vosotros. Lo que comenzó siendo poco más que un entretenimiento absurdo y casi privado ha ido aumentando sus visitas día a día hasta el punto que cada mes tengo más visitas que el anterior por goleada. Por todo esto, por vuestros amables comentarios y por animarme a seguir adelante venciendo la pereza, la rutina y luchando por abrirme paso a través de nuestra sociedad hacia vuestras mentes, OS DOY LAS GRACIAS.

Muchas gracias de verdad, vosotros hacéis este blog posible. ¡Prometo no decepcionaros! ¡Nadie nos puede parar ya!



¡Saludos filosóficos!

martes, 29 de enero de 2013

El eterno retorno

¡Hola compañeros!

Bajo el sugerente título de hoy, que podría ser la cartelera de una película de sobremesa, se esconde una de las teorías más curiosas, poéticas y sugerentes de Nietzsche. Aaah, el eterno retorno de lo mismo, qué bella combinación de palabras...

Si recordáis, Nietzsche anunciaba la muerte de Dios y su sustitución por parte del ser humano. Mediante nuestra transformación en superhombres somos capaces de ser semejantes a Dios, creadores de nuevos esquemas morales y éticos, creadores de un nuevo tipo de vida. Sin embargo, es evidente que hay algo que nos aleja de la posibilidad real de ser como dioses: nuestra propia mortalidad. Por mucho que seamos capaces de crear nuestros propios valores, de dirigir nuestra vida, de rebelarnos contra las instituciones borreguiles y de hacer crecer nuestra voluntad de poder, se da el hecho incontrovertible de que moriremos, tarde o temprano.

La muerte resta cierta credibilidad a esa pretensión que tenemos de ser como dioses, totalmente configuradores de nuestro futuro. Es decir, si es verdad que podemos crear una vida a nuestro antojo y podemos hacer lo que nos dé la gana, ¿por qué no podemos cambiar el hecho de que vamos a morir? ¿Qué respuesta da Nietzsche al misterio de la muerte? Precisamente la religión, entre otras cosas, es una explicación acerca de nuestra propia muerte, trata de dar sentido a la muerte del ser humano. Sin embargo, Nietzsche, al derrocar a la todopoderosa religión, nos deja huérfanos de sentido (de hecho, una de las características de la cultura occidental actual consiste precisamente en esa orfandad, nos hemos quedado sin respuestas). ¿Cuál es el sentido de la muerte si tras ella no hay NADA?

Parece un poco descorazonador pensar que simplemente hemos nacido para ser nada. Bueno, no es que lo parezca, lo es. A la corriente filosófica que mantiene esto se le llama nihilismo (de nihil, nada, en latín). A pesar de que a Nietzsche se le ha etiquetado frecuentemente como nihilista (él mismo lo hace en alguna ocasión) la verdad es que parece tener ciertas reservas en admitir esto sin más. Por eso nos habla del eterno retorno.

Según él todo lo que ha ocurrido en la historia y nuestras vidas volverá a ocurrir en un futuro. El tiempo es circular, un trayecto de ida y vuelta en el que pasado y futuro se confunden en el presente. Si el tiempo transcurre de modo circular el pasado es futuro y viceversa. Nuestra muerte en un caso así no supone el fin, sino simplemente un paso más de ese tiempo en el que tarde o temprano volveremos a renacer y a vivir nuestra vida de un modo exactamente idéntico. En el fondo, somos inmortales, pues ninguna muerte es definitiva, solamente provisional hasta que el eterno retorno de lo mismo haga aparición y volvamos a vivir nuestra vida.

En realidad, no es una idea original suya sino que era la manera de concebir el tiempo más habitual entre los antiguos antes de que el cristianismo hiciese aparición. Obviamente el cristianismo no puede admitir un tiempo circular, pues existe un Génesis y un Apocalipsis. Hay un principio y un final de los tiempos; así pues cambiaron el tiempo y lo hicieron lineal, rompiendo con esa circularidad. Nietzsche retoma esta idea en su afán de romper con todos los elementos cristianos de la cultura.

A veces se ha malentendido esta expresión cuando en realidad Nietzsche pretende que vivamos nuestra vida sin temor. Obra de tal manera que no temas repetirlo una y otra vez. Lleva las riendas de tu vida y sé consecuente porque en caso de que fueras a volver a vivirla, ¿querrías hacerlo? ¿Estarías orgulloso de ello?

Yo espero poder responder que sí al final de mis días.

¡Saludos filosóficos!

jueves, 24 de enero de 2013

El superhombre

¡Hola compañeros!

Una semana más aquí me hallo, enfrentado a la humilde y laboriosa tarea de intentar transformar este mundo en el que vivimos. El hecho de que lograrlo sea imposible no hace la tarea menos necesaria. Saber lo que queremos, saber lo que pensamos, saber dónde vivimos... Eso es lo que nos libera, lo que nos permite seguir disfrutando una existencia verdaderamente humana. Y de eso se trata todo esto, de ser humanos, ¿no?

O quizás de ser más que humanos. De ser superhumanos, superhombres. Conseguir ir más allá de los límites de la mera humanidad para llegar a ser como dioses. Ya comenté en la entrada anterior que según Nietzsche Dios ha muerto, ha desaparecido de la cultura occidental, de nuestro mundo. Dios ha dejado un hueco en la realidad que hay que llenar. Dios era lo Absoluto, lo más alto de la realidad, aquello a lo que todo se dirigía intentando ser como Él.

Y sin embargo, ahora nos encontramos solos, desamparados. Ya no hay esperanza de una vida más allá de esta. Ya no existen razones para creer que viviremos más allá de la muerte. Ahora solamente hay una vida, la vida terrena, la de más acá: el más allá ha desaparecido para siempre, volatilizado entre el estupor de los que creían en eso. ¿Qué hacer? ¿Cómo enfrentarnos a esto? Lejos de verlo como una tragedia, Nietzsche anuncia un nuevo mediodía para el ser humano, una nueva época de desarrollo personal en la que ningún Dios nos oprime con sus normas y sus reglas morales. Ya no debemos hacer caso a la religión y a sus caducos códigos éticos. Como Dios no existe ya no hay nadie que pueda decirme cómo debo comportarme. Ahora somos libres de configurar nuestro propio destino, de inventar nuevas reglas, nuevos valores.

El auténtico superhombre, el übermensch, es aquel que asume la muerte de Dios con alegría y hombría. Es aquel que se percata de la oportunidad que esto brinda al ser humano de cambiar completamente los valores éticos y morales de la cultura por unos nuevos que permitan un amor a la vida terrena, en vez de un desprecio. Hasta ahora, dice Nietzsche, toda la moral estaba orientada a hacernos temer un castigo por nuestros actos, a despreciar la vida terrena en favor de la vida ultraterrena. Se fomentaba así una ética de cobardes y de ovejas, en la que se valoraba la compasión, la piedad, la misericordia, la caridad, etc.

Ha llegado la hora de crear nuevos valores que derroquen a estas morales absurdas y apocadas. El superhombre es aquel que es capaz de crear sus propios valores e imponerlos por medio de una voluntad todopoderosa. El superhombre es el nuevo Dios, capaz de CREAR valores, dueño de una voluntad máximanente creadora. Con Dios fuera de combate ya nada se interpone entre nuestra voluntad y el  mundo excepto nosotros mismos. El superhombre es capaz de superarse a sí mismo, de ir más allá de sus limitaciones e imponer un punto de vista y unos valores concretos al resto del mundo. La voluntad fuerte, por tanto, se impondrá siempre sobre la más débil.


"El hombre es una cuerda, tendida entre el animal y el superhombre - una cuerda sobre un abismo."
Así habló Zaratustra

Como veis, el pensamiento nietzscheano está absolutamente presente en la sociedad actual. No resulta extraño que vivamos en un mundo que se identifica completamente con estos planteamientos. Es posible, incluso, que muchos de vosotros os sintáis en sintonía con él y estéis de acuerdo. No es casualidad. Creo que resulta digno de reflexión este hecho, y si tal concepción del ser humano nos ha hecho más humanos o por el contrario ha deshumanizado a las personas.

Dejo hablar al propio Nietzsche, que siempre tiene una palabra elocuente y poderosa:

"¡Mirad, yo os enseño el superhombre! El superhombre es el sentido de la tierra. Diga vuestra voluntad: ¡sea el superhombre el sentido de la tierra! ¡Yo os conjuro, hermanos míos, permaneced fieles a la tierra y no creáis a quienes os hablan de esperanzas sobreterrenales! Son envenenadores, lo sepan o no. Son despreciadores de la vida, son moribundos y están, ellos también, envenenados, la tierra está cansada de ellos: ¡ojalá desaparezcan!"
Así habló Zaratustra

Con este melancólico texto os dejo por hoy.

¡Saludos filosóficos!

lunes, 14 de enero de 2013

¡Dios ha muerto!

¡Saludos compañeros!

Una de las frases más oídas y peor comprendidas de la historia de la filosofía es la que da título a nuestra entrada de hoy. Nietzsche anunció la muerte de Dios en varias partes de su obra. De hecho, tomó la expresión de Hegel, aunque él la popularizara y le diera el sentido más profundo. La formulación más impactante de este anuncio lo encontramos aquí:

Dicho hombre, frenético o loco, cierta mañana se deja conducir al mercado. Provisto con una linterna en sus manos no dejaba de gritar: «¡Busco a Dios!» Allí había muchos ateos y no dejaron de reírse. Los descreídos, mirándose con sorna entre sí, se decían: «¿Se ha perdido?» «¿Se ha extraviado?». Y agregaban: «Se habrá ocultado». «O tendrá miedo». «Acaso se habrá embarcado o emigrado». Y las carcajadas seguían. El loco no gustó de esas burlas y, precipitándose entre ellos, les espetó: «¿Qué ha sido de Dios?» Fulminándolos con la mirada agregó: «Os lo voy a decir. Lo hemos matado. Vosotros y yo lo hemos matado. 
"Así habló Zarathustra"

¿Qué quiere decir el filósofo con este anuncio? Obviamente no se refiere a la muerte física de Dios sino a algún otro tipo de acontecimiento cataclísmico. En esa crítica feroz que lleva a cabo de la cultura occidental Nietzsche el mayor obstáculo que tiene que retirar es Dios. Para él Dios (y, más concretamente, el Dios cristiano) es la última barrera en el camino a la autorrealización del ser humano. Dios constituye la cima de la cultura occidental, el gran producto de la Razón (¡la odiada Razón!) que nos oprime y nos impide ser nosotros mismos.

Podemos sentirnos tentados de odiar a Nietzsche o a amarle según nuestras inclinaciones religiosas pero debemos recordar que él no está matando a Dios, sino simplemente anunciando su muerte. El problema no es que haya que eliminarlo de nuestra cultura para refundarla, sino que ya ha desaparecido de hecho. Dios ya no está presente en nuestra cultura ni se le tiene en cuenta para nada. Es una reliquia de tiempos pasados, una momia mantenida con vida, un cadáver ambulante que sigue entorpeciendo la marcha del ser humano sobre este mundo.

Al margen de lo que pensemos de Nietzsche no podemos menos que estar de acuerdo con él en que Dios ya no está presente de modo activo y configurador en nuestra cultura. Lo estuvo, ciertamente, pero ya no. Eso no quiere decir que no exista gente religiosa, o que las religiones no jueguen ningún papel. A lo que se refiere es a que Dios ya no nos acompaña y que su vacío ha de ser llenado con otros Absolutos (dinero, placer, poder, etc.). Nietzsche desplaza el centro de gravedad desde Dios hasta el hombre. El Hombre es el nuevo absoluto, el nuevo Dios. Ya no estamos obligados a seguir ciegamente unas normas morales que nos atan a una visión del hombre limitada y estrecha, sino que el verdadero hombre (el Superhombre) es aquel capaz de subvertir el orden moral y crear nuevos valores y nuevas normas morales que le lleven por el camino de la autosuperación sin cortapisas a la voluntad. No hay límites a nuestro querer, Dios no existe, por lo que podemos hacer lo que queramos para construirnos a nosotros mismos.

La sociedad actual es un producto de estas ideas, y podemos rastrear los eslóganes de los anuncios para descubrir a Nieztsche detrás de algo tan trivial como las campañas publicitarias:



La idea fundamental es que no existen límites a nuestra voluntad: desaparecido Dios todo es posible y un horizonte nuevo se abre ante nosotros. ¿Se os ocurre algún eslogan más que encaje aquí?

¡Saludos filosóficos!