miércoles, 26 de febrero de 2014

La normalidad

Siempre es satisfactorio que un alumno te haga llegar sus reflexiones y que piense sobre temas abstractos más allá del puro colegio o las puras notas. Lo que sigue no es otra cosa que la reflexión de una chica de 2º de ESO acerca de la normalidad. Una pregunta interesante, ¿qué es la normalidad? ¿A qué tenemos derecho a llamar "normal"? Si bien el estilo es desenfadado y juvenil, también resulta refrescante observar a las nuevas generaciones aplicar la cabeza a problemas filosóficos. Espero que esto sirva para quitarnos de la cabeza esa manida idea de que las nuevas generaciones están desahuciadas, o que la civilización y la cultura prosigue una imparable cuesta hacia abajo.
Como siempre, no he retocado ni una palabra, solamente he tenido que realizar algún cambio formal para formatear el texto y darle cabida en el blog.
¡Que no decaiga!

Para empezar muchas gracias a Don Luis por dejarme escribir en su blog.
Ya que me ha dejado elegir el tema, me gustaría hablar de la normalidad. En mi opinión la normalidad no existe, para que algo fuese normal debería ser igual y como no hay dos individuos iguales, absolutamente todos somos diferentes, no existe. En esta sociedad intentan crearla vistiéndose igual, peinándose igual… pero no solo eso, sino que también intentan inculcar a los ciudadanos de esa sociedad unos pensamientos concretos. 
Ya que no existe la normalidad, ¿a qué se refiere la gente cuando dicen que algo es normal? Pues a la frecuencia, a la mayoría, a la moda, la mayoría de los chicos llevan pantalones caídos, la moda de las chicas es ser delgadas como las modelos… son ejemplos. Entonces esto de "todas las chicas quieren ser delgadas como las modelos, es lo normal" el "todas" y el "es lo normal" son igual de incorrectos. 
Luego también está lo que a una persona le puede parecer lo más "normal" o lo más frecuente del mundo que para otra puede ser más raro que un perro verde, es decir, para una persona solo es "normal" por así decirlo sus cosas, sus pensamientos, sus actos, los demás como hacen o piensan de modo diferente ya no es "normal". Entonces todos somos raros a los ojos de otra persona. 
Aparte, si todo fuese igual sería aburrido, ¿no? sería gris, nada diferente, que... divertido (nótese la ironía).
Pero bueno, esa es mi opinión, y "como es normal" habrá diversas opiniones.
 
Un saludo, Futura Presidenta de España.
 
Ana López Estrada

miércoles, 12 de febrero de 2014

Estado y libertad (parte 1)

¡Hola compañeros!

El otro día comentábamos cómo la visión moderna del mundo difiere profundamente de la cosmovisión antigua. Esto, que es verdad en prácticamente todos los ámbitos humanos, ocurre especialmente en política. Decíamos que para el hombre antiguo la sociedad no resultaba otra cosa que un paso necesario para conseguir ser plenamente humano. Para ellos, el verdadero ser humano tenía que ser político (es decir, habitar en una polis, en una ciudad-estado); un hombre no social no era un hombre, sino una bestia o un dios.

Para los modernos se produce por primera vez un cuestionamiento de esta idea. Ellos plantearán que quizás el verdadero ser humano está esperando y acechando más allá del mundo político. En el fondo, el ser humano habitaba en una precaria e insegura libertad y tuvo que abandonarla en favor de una seguridad que solamente la sociedad y el Estado podían brindarle. Mediante ese hipotético contrato que firmamos, delegamos ciertos poderes sobre ciertas personas (es decir, renunciamos a libertad) con el fin de que nos proporcionen seguridad y tranquilidad. El Estado se convertiría así en una manera de conseguir que no nos matemos unos a otros y que podamos convivir con armonía y paz para que se respeten los derechos de todos.

En este punto es donde llegamos al conflicto y la discusión y donde la mayor parte de los crímenes del siglo XX tienen lugar. No exagero. El poder las palabras y los conceptos es tan grande y maravilloso que es capaz de generar auténticos ríos  de sangre alrededor de ellos; la filosofía es una disciplina tremendamente complicada y exige muchísima responsabilidad a la hora de adjudicar los bienes que el ser humano debe perseguir y los medios que son lícitos para hacerlo. Por tanto, quizás en esta época los autores no tuvieron en cuenta las repercusiones de sus conclusiones (tampoco es que fuera muy fácil hacerlo, lo admito). Veámoslo con ejemplos.

En primer lugar, no se establece una diferencia clara entre Estado y sociedad hasta el punto de que hoy en día se siguen tratando como sinónimos en muchos lugares. Nos atrevemos a hablar de "lo social" como un lugar en el que opera exclusivamente el Estado y nos hemos acostumbrado a que el único ámbito en el que Estado no entra (o no debería) es el del individuo concreto. Podemos hablar de las consecuencias de esta idea en la siguiente entrada pero por ahora me limitaré a señalar esta curiosa característica del pensamiento político actual.

También resulta curiosa la idea de que la auténtica igualdad solamente se alcanza dentro del mundo social y que con anterioridad a ese contrato, la desigualdad era la norma en ese "estado natural" incivilizado y salvaje. Evidentemente el tema de la igualdad resulta extremadamente polémico aunque por ahora me limito a señalar que estos filósofos diferían en la forma de alcanzar dicha igualdad, si es incluso deseable hacerlo o si por el contrario la igualdad era el punto de partida y no el de llegada.

En último lugar, resulta también interesante este análisis de la libertad. Según este planteamiento, la libertad debe ser moderada por una tercera parte que asegure que lo que hacemos con ella es bueno para el conjunto de los miembros de una sociedad. Es decir, la libertad se convierte en un don sospechoso que debemos limitar y controlar para evitar que genere desajustes e injusticias en el seno de la comunidad. De este modo, otorgamos al Estado el poder de controlar y decidir qué aspectos concretos de la convivencia han de ser regulados por Él (nótese el uso de la mayúscula) y cuáles se dejan a la disposición del libre uso de las facultades humanas.

Nos meteremos en harina la semana que viene pero yo ya me voy preparando, me voy preparando... 


¡Saludos filosóficos!


lunes, 3 de febrero de 2014

Contractualismo (o los modernos se ponen a hablar de política)

¡Hola filósofos!

Hoy vamos a hablar de algo un poco polémico (por una vez, que parece que siempre toco temas asépticos que no levantan ampollas): ¡política! Bueno, en realidad es filosofía política. Y al tratarse de filosofía política no debemos olvidar que todo lo que se menciona no dirige a ningún partido, preferencia u opción política en particular sino que son reflexiones en voz alta que tratan de arrojar alguna luz sobre conceptos que se tratan habituamente pero que no paramos a pensar en ellos con detenimiento. Mi intención es realizar una serie de artículos sobre filosofía política (que no deja de ser mi parte favorita de la filosofía) pero ya sabéis que ando liado estos tiempos y me cuesta un mundo encontrar un rato para dedicaros. ¡No os olvido! Hoy le toca el turno al contractualismo y la filosofía moderna.

Durante toda la época clásica y gran parte de la medieval se había extendido la idea de que la sociedad resultaba algo connatural al hombre. Era un impulso natural del hombre el fundar sociedades y reunirse en ellas. Al fin y al cabo, nadie puede bastarse a sí mismo sino que siempre requiere de los demás para proveerse de los bienes adecuados para una vida auténticamente humana. Es por eso que Aristóteles decía que el hombre es un "animal político" y que ningún hombre puede vivir en soledad, solamente los dioses y las bestias son capaces de eso.

Esto, que nos puede parecer razonable a muchos, fue puesto en duda -¡cómo no!- por todos los hipsters de la modernidad. Básicamente argumentaban que la sociedad no era un impulso natural de los seres humanos sino que surgía de un contrato firmado entre todos los integrantes. Para estos hombres el estado natural del hombre era vivir en libertad sin leyes ni normas sociales. Obviamente un estado de este tipo es bastante inseguro, pues rápidamente los fuertes se harían con el control de la situación y los débiles sufrirían bajo su yugo. Así pues, las gentes de bien deciden reunirse y firmar un contrato por el cual ceden una parte de su libertad a unos pocos a cambio de más seguridad.



 Versión ¿manga? del contrato social de Rousseau WTF!!


A la idea de que la sociedad surge a través de un "contrato social" se le llama en filosofía contractualismo y no hay prácticamente filósofo moderno alguno que se libre de esta tentación. Evidentemente, existen matices en las características de ese estado presocial o del tipo de contrato que se firma pero en todos ellos se da la misma característica del contrato (de otro modo, no podríamos tildarles de contractualistas).

Obviamente, ellos no están hablando de un momento histórico en el que esto sucediera sino que siempre se mantienen en un plano teórico de hipótesis. En el fondo, se trata solamente de discutir esa afirmación clásica de que la sociedad surge por un impulso natural del ser humano. Para los pensadores modernos la sociedad es un invento racional que no es en absoluto natural, sino que procede de los dictados de nuestra razón. No es, por así decirlo, un acto espontáneo e inconsciente sino una acción deliberada y meditada que nos ha llevado a constituirnos en el tipo de sociedad que somos.

Por este motivo comienzan a proliferar en estas épocas las constituciones nacionales y las cartas magnas, que no son otra cosa que contratos que firman los miembros de esas sociedades. Y aquellos barros traen estos lodos...

¿Qué sois vosotros, naturalistas o contractualistas? ¿Camináis por una senda clásica u os inclináis por un ambiente hipster?

¡Saludos filosóficos!