Hoy vamos a hablar de un tema controvertido. Supongo que os sucederá que los problemas ontológicos, metafísicos o incluso éticos de la filosofía no os acaban de suscitar grandes pasiones. Es decir, pueden convencernos más o menos de la verdad de sus planteamientos pero no os cambia la forma de ver el mundo sustancialmente. Vosotros podéis ser realistas, por ejemplo, y el hecho de que yo sea más idealista os puede convencer más o menos pero no os hace formaros, así a priori, un juicio sobre mi persona. Esto quizás sí que ocurra en ámbitos más académicos y especializados, pero así a pie de calle, no nos dice demasiado de una persona el hecho de que sea emotivista o kantiana respecto a la moral. Nos quedamos un poco igual.
Ahora bien, la política todo lo cambia. Si eres de izquierdas y yo de derechas pronto nos haremos juicios valorativos el uno del otro. Es triste pero es así. ¿Por qué? ¿Por qué la política suscita tantas pasiones y debates? Es lo que trataremos hoy.
La filosofía política es la parte de la filosofía que estudia las relaciones entre los hombres y su forma de organizarse socialmente. En la línea habitual que seguimos de hacernos preguntas podemos plantearnos las siguientes para ir empezando: ¿cuál es el mejor modo de organizarse?, ¿debemos aspirar a ser todos iguales?, ¿es la igualdad incompatible con la libertad?, ¿qué significa "gobernar"?, ¿es preferible el gobierno de una sola persona, de unas pocas o de la mayoría?, ¿debe intervenir el Estado en las vidas privadas de los ciudadanos o se les debe permitir más espacio?, etc. ¡Como veis las preguntas no son cosa despreciable!
El hombre lleva milenios meditando sobre estos temas y se han llegado a algunas conclusiones; curiosamente la filosofía política es probablemente la rama de la filosofía que ha resultado más fecunda a lo largo de la historia. Tenemos muchísimas soluciones a estas preguntas (y, lo que es peor, se han intentado poner en práctica...) y dependen muchísimo de aquellos aspectos políticos que prioricemos sobre otros. Sin embargo, hay dos grandes tendencias dentro de la filosofía política que marcarán nuestro modo de analizar el mundo político:
a) La escuela normativa:
La escuela normativa es la tendencia a construir y elaborar maravillosas utopías. El hombre debe vivir bajo una estructura política concreta, racional y liberadora. Hasta este momento de la historia el hombre se ha visto esclavizado por diferentes personas-intereses-clases sociales, etc., pero los seguidores de esta escuela han previsto una serie de normas que debemos seguir para construir la sociedad perfecta. En esa sociedad perfecta todos seremos libres-iguales-buenos, etc. Es de notar la fuerte tendencia utopista de este tipo de pensamientos, pues ninguna de las estructuras políticas les satisface, vista su corrupción, así que hay que elaborar unas nuevas. Rechazan la política como es y buscan cómo debería ser.
Dentro de esta escuela englobamos diversos autores como Platón o Marx, que han elaborado utopías políticas y que además han llevado a cabo. En el caso de Platón la cosa no salió demasiado bien (cuentan las malas lenguas que terminó vendido como esclavo) y en el caso de Marx no parece que sean tampoco precisamente paraísos. ¿Llegará el día en el que el hombre pueda elaborar una utopía en la que vivir racional y justamente? Parece complicado, sobre todo porque las utopías (de u-topos: ningún lugar), por definición, no se pueden realizar. Este es un tema, no obstante, que crea muchísima polémica y no está cerrado ni mucho menos.
b) La escuela analítica:
La escuela analítica considera que los modelos políticos son los que hay y que cualquier cosa nueva que se nos ocurra no será más que una variación de lo ya existente. Renuncia a la creación de utopías y a la elaboración de una política normativa en favor de una política meramente descriptiva. Los analíticos reflexionan sobre la política tal y como es, no como debería ser. Para ellos seguir utopías resulta desgraciado y no hace más que acumular más males sobre la sociedad. Así pues, el hombre debería contentarse con intentar gobernarse del mejor modo posible, dentro lo razonable y dentro de lo que hay. No se busca lo bueno sino lo menos malo.
Aristóteles resulta un perfecto ejemplo de filósofo analítico. Mientras que Platón elaboró una utopía maravillosa, él analizó 148 constituciones griegas para buscar la mejor. La diferente visión de lo político resulta evidente. También fue analítico Maquiavelo, el cual no buscaba lo mejor para el pueblo, sino para el gobernante. En el capítulo XV de "El príncipe" nos suelta la siguiente perlita:
"Pero siendo mi intención escribir algo útil para quien lo lea, me ha parecido más conveniente buscar la verdadera realidad de las cosas que la simple imaginación de las mismas. Muchos se han imaginado repúblicas y principados que nunca se han visto ni se ha sabido que existieran realmente; porque hay tanta diferencia de cómo se vive a cómo se debe vivir, que quien deja lo que se hace por lo que se debería hacer, aprende más bien su ruina que su salvación: porque un hombre que quiera en todo hacer profesión de bueno fracasará necesariamente entre tantos que no lo son. De donde le es necesario al príncipe que quiera seguir siéndolo aprender a poder no ser bueno y utilizar o no este conocimiento según lo necesite."
Maquiavelo, con cara de no haber roto un plato en su vida
Os dejo con este fragmento impresionante.
¡Saludos filosóficos!