lunes, 17 de diciembre de 2012

La filosofía política

¡Hola compañeros!

Hoy vamos a hablar de un tema controvertido. Supongo que os sucederá que los problemas ontológicos, metafísicos o incluso éticos de la filosofía no os acaban de suscitar grandes pasiones. Es decir, pueden convencernos más o menos de la verdad de sus planteamientos pero no os cambia la forma de ver el mundo sustancialmente. Vosotros podéis ser realistas, por ejemplo, y el hecho de que yo sea más idealista os puede convencer más o menos pero no os hace formaros, así a priori, un juicio sobre mi persona. Esto quizás sí que ocurra en ámbitos más académicos y especializados, pero así a pie de calle, no nos dice demasiado de una persona el hecho de que sea emotivista o kantiana respecto a la moral. Nos quedamos un poco igual.

Ahora bien, la política todo lo cambia. Si eres de izquierdas y yo de derechas pronto nos haremos juicios valorativos el uno del otro. Es triste pero es así. ¿Por qué? ¿Por qué la política suscita tantas pasiones y debates? Es lo que trataremos hoy.

La filosofía política es la parte de la filosofía que estudia las relaciones entre los hombres y su forma de organizarse socialmente. En la línea habitual que seguimos de hacernos preguntas podemos plantearnos las siguientes para ir empezando: ¿cuál es el mejor modo de organizarse?, ¿debemos aspirar a ser todos iguales?, ¿es la igualdad incompatible con la libertad?, ¿qué significa "gobernar"?, ¿es preferible el gobierno de una sola persona, de unas pocas o de la mayoría?, ¿debe intervenir el Estado en las vidas privadas de los ciudadanos o se les debe permitir más espacio?, etc. ¡Como veis las preguntas no son cosa despreciable!

El hombre lleva milenios meditando sobre estos temas y se han llegado a algunas conclusiones; curiosamente la filosofía política es probablemente la rama de la filosofía que ha resultado más fecunda a lo largo de la historia. Tenemos muchísimas soluciones a estas preguntas (y, lo que es peor, se han intentado poner en práctica...) y dependen muchísimo de aquellos aspectos políticos que prioricemos sobre otros. Sin embargo, hay dos grandes tendencias dentro de la filosofía política que marcarán nuestro modo de analizar el mundo político:

a) La escuela normativa:

La escuela normativa es la tendencia a construir y elaborar maravillosas utopías. El hombre debe vivir bajo una estructura política concreta, racional y liberadora. Hasta este momento de la historia el hombre se ha visto esclavizado por diferentes personas-intereses-clases sociales, etc., pero los seguidores de esta escuela han previsto una serie de normas que debemos seguir para construir la sociedad perfecta. En esa sociedad perfecta todos seremos libres-iguales-buenos, etc. Es de notar la fuerte tendencia utopista de este tipo de pensamientos, pues ninguna de las estructuras políticas les satisface, vista su corrupción, así que hay que elaborar unas nuevas. Rechazan la política como es y buscan cómo debería ser.

Dentro de esta escuela englobamos diversos autores como Platón o Marx, que han elaborado utopías políticas y que además han llevado a cabo. En el caso de Platón la cosa no salió demasiado bien (cuentan las malas lenguas que terminó vendido como esclavo) y en el caso de Marx no parece que sean tampoco precisamente paraísos. ¿Llegará el día en el que el hombre pueda elaborar una utopía en la que vivir racional y justamente? Parece complicado, sobre todo porque las utopías (de u-topos: ningún lugar), por definición, no se pueden realizar. Este es un tema, no obstante, que crea muchísima polémica y no está cerrado ni mucho menos.

b) La escuela analítica:

La escuela analítica considera que los modelos políticos son los que hay y que cualquier cosa nueva que se nos ocurra no será más que una variación de lo ya existente. Renuncia a la creación de utopías y a la elaboración de una política normativa en favor de una política meramente descriptiva. Los analíticos reflexionan sobre la política tal y como es, no como debería ser. Para ellos seguir utopías resulta desgraciado y no hace más que acumular más males sobre la sociedad. Así pues, el hombre debería contentarse con intentar gobernarse del mejor modo posible, dentro lo razonable y dentro de lo que hay. No se busca lo bueno sino lo menos malo.

Aristóteles resulta un perfecto ejemplo de filósofo analítico. Mientras que Platón elaboró una utopía maravillosa, él analizó 148 constituciones griegas para buscar la mejor. La diferente visión de lo político resulta evidente. También fue analítico Maquiavelo, el cual no buscaba lo mejor para el pueblo, sino para el gobernante. En el capítulo XV de "El príncipe" nos suelta la siguiente perlita:


"Pero siendo mi intención escribir algo útil para quien lo lea, me ha parecido más conveniente buscar la verdadera realidad de las cosas que la simple imaginación de las mismas. Muchos se han imaginado repúblicas y principados que nunca se han visto ni se ha sabido que existieran realmente; porque hay tanta diferencia de cómo se vive a cómo se debe vivir, que quien deja lo que se hace por lo que se debería hacer, aprende más bien su ruina que su salvación: porque un hombre que quiera en todo hacer profesión de bueno fracasará necesariamente entre tantos que no lo son. De donde le es necesario al príncipe que quiera seguir siéndolo aprender a poder no ser bueno y utilizar o no este conocimiento según lo necesite."

Maquiavelo, con cara de no haber roto un plato en su vida

Os dejo con este fragmento impresionante.

¡Saludos filosóficos!

domingo, 9 de diciembre de 2012

Pienso, luego existo (Cogito, ergo sum)

¡Hola compañeros!

Hoy hablamos sobre una de las frases más famosas de la filosofía. No es una frase cualquiera, como habéis visto, sino la frase de las frases, la metafrase, la ultrafrase, etc. Es decir, una de esas frases que cambian la historia del pensamiento para siempre. Supongo que no necesito incidir sobre el tema porque ya sois suficientemente inteligentes como para entender que estamos hablando de algo importante ¿verdad? El problema es que aunque muchos conocen la existencia de esta frase, desconocen qué quiere decir exactamente. Es decir, ¿por qué demonios Descartes suelta esta perlita y se queda tan ancho? ¿Por qué debo creer que esta frase resulta tan relevante de cara a nuestra cultura? Es más, ¿por qué no solamente la conozco en español, sino también en latín?

¡No desesperéis! Acudo al rescate presto para proporcionaros auxilio ante estas dudas que os corroen (espero). Como siempre, no dudéis en comentar aquello en lo que no estéis de acuerdo o que necesite mayor clarificación. Así pues, sin más preámbulos vamos al meollo de la cuestión.

Descartes, como buen científico, está orgulloso de los logros de la ciencia. La matemática progresa, la física nos descubre nuevas leyes, la biología desentraña los grandes misterio del funcionamiento de los seres vivos, etc. En resumidas cuentas, la ciencia progresa, avanza. Y eso es porque está asentada sobre unos fundamentos indudables: las matemáticas. En efecto, las matemáticas son tan efectivas porque no ofrecen ninguna duda: 2+2=4. Esa suma es verdadera aquí, en China, hace mil años y dentro de un millón. No ofrece ninguna duda: es evidente. Como la ciencia se apoya en las matemáticas, también se beneficia de esta cualidad, de esta evidencia. De este modo, las ciencias progresan.

¿Y la filosofía? Ayyyy la filosofía... Es como un niño que nos ha salido rebelde y saca malas notas. "¿No podrás ser como tus hermanos?", le recriminamos a la filosofía con gesto agrio. "Fíjate en tu hermana la física, es más joven que tú y ya ha conseguido grandes cosas." Descartes le recrimina a la filosofía que no avance, que no consiga resolver los problemas que lleva tratando durante siglos. ¿Cómo resolver ese estancamiento? ¿Cómo sacar a la filosofía de ese páramo de preguntas incontestadas? Dicho de otra manera, ¿cómo conseguir que esa hija díscola de la cultura humana emprenda la senda de la victoria y el éxito, al igual que han hecho sus hermanas?

Descartes cree que lo que falla en la filosofía es el método que utiliza para dar respuesta a sus interrogantes. Al no seguir un método científico, la filosofía se nos presenta como una disciplina de la que no se puede sino dudar (¿quién dice la verdad?, ¿qué filosofía es la adecuada o verdadera?), lo cual imposibilita cualquier progreso. No nos interesa aquí entrar en los pormenores del método sino simplemente resaltar que lo primero que hará Descartes es descartar (no pun intended!) toda la filosofía hecha hasta el momento y empezar todo desde cero con su nuevo método.

Eso suena bonito pero ¿cómo procedemos? Vale, voy a eliminar todo lo que los demás han dicho sobre la realidad y voy a recomenzar la historia de la filosofía yo solito. ¿Por dónde empiezo? Bueno, no olvidemos que Descartes va buscando una filosofía de la que no se pueda dudar. Así pues, va a comenzar dudando sobre todo. Y cuando digo todo me refiero a TODO. Duda sobre si Dios existe, sobre si yo existo, sobre si existe el mundo, etc. Va a poner en duda toda la realidad para ver si encuentra algo de lo que no pueda dudar ni queriendo. Si consigue encontrar algo de lo que no pueda dudar, podrá decir que ha localizado un punto de partida desde el que edificar la nueva filosofía.

Pronto se percata de que hay una cosa de la que no puedo dudar: no puedo dudar de que dudo. Si dudo acerca de si estoy dudando no hago más que confirmar que estoy dudando. Así pues, si dudo no puedo evitar tener como cierto y evidente que estoy dudando. Al mismo tiempo, si dudo entonces estoy pensando, porque no puede tener lugar una duda si no hay un pensamiento que considere opciones. Y finalmente, si pienso debo existir, pues no puedo ser algo que piensa si no existo. Por tanto, la tan ansiada verdad indudable que encuentra Descartes y sobre la que basará toda su filosofía es esta: cogito, ergo sum (pienso, por tanto existo).

¿Habríais llegado vosotros a la misma conclusión si tuvierais que hacer una filosofía desde cero? ¿Seguiríais el modelo científico o tiraríais por otros derroteros?

¡Saludos filosóficos!

martes, 4 de diciembre de 2012

El filósofo del mes: Descartes

¡Hola compañeros!

Hoy tenemos a un ilustre visitante entre nosotros. Directamente desde Francia nos llega un caballero de la Turena llamado René Descartes (algunos viejunos y antiguos a los que les gusta traducir los nombres dirán Renato, pero nunca fui aficionado al asunto ese de cambiar el modo en que nuestros padres nos llaman). Algunos se preguntarán por qué pego ese salto desde Aristóteles hasta Descartes (casi 2000 años de salto, not bad!). Una pregunta justa y oportuna: simplemente quiero ir pasando de la modernidad a la antigüedad alternativamente. Seguir una línea de tiempo cronológica es demasiado mainstream, y no considero que la filosofía necesite de semejantes zarandajas.

Aquí tenemos al filósofo, luciendo unas melenas que ya querrían muchos para sí

El joven renatito fue llamado por su padre "el pequeño filósofo". Probablemente era uno de esos niños que preguntan "por qué" incesantemente. Es algo muy cargante para algunos adultos (otros nunca nos cansamos de responder y consideramos una pregunta de ese tipo como el mayor regalo que un alumno puede hacerle a un profesor, ¡qué le vamos a hacer!). Bueno, resulta que ya desde jovencito resultó ser un chico especial, de salud delicada pero grandes dotes intelectuales.

Se pasó varios años en un prestigioso centro jesuita (el colegio Henry IV) donde recibe una solidísima formación humanística en cultura clásica (¡qué tiempos aquellos en los que era una asignatura de prestigio!), latín, griego, filosofía (¡ídem!), matemáticas, etc. Supongo que los pedagogos actuales pondrían el grito en el cielo ante la evidente desatención a las competencias básicas y las inteligencias múltiples y emocionales de los niños, pero curiosamente también salían bien educados en aquel entonces (probablemente mejor que ahora, me atrevo a decir). En cualquier caso, él siempre rechazó ese tipo de educación, que consideró poco adecuada para el desarrollo de la razón.

Cuando terminó sus estudios decidió ver mundo. Hoy en día, los jóvenes insatisfechos dirigen sus miradas a ONG's variopintas en las que volcar unas frustraciones que les ayuden a sobrellevar vidas monótonas y aburridas. En aquel entonces se apuntaban al ejército, mataban a unos cuantos y se volvían con el corazón lleno de experiencias vivificantes. Descartes decide enrolarse también en el ejército, aunque en los escasos meses de invierno que permaneció acuartelado no llegó a ver ni medio combate. Más bien al contrario, se los pasó sentadito en un sillón en su tienda al lado de una estufita tan pichi.

En ese momento le sobrevinieron los famosos sueños reveladores. En ellos llega a la conclusión de que la vida que más le pega no es la del soldado, sino la del investigador, la del filósofo. Yo no habría necesitado esos sueños para darme cuenta de que no tengo madera de soldado, pero claro, tampoco soy Descartes. Producto de esos sueños escribió toda una serie de obras científicas y filosóficas (¡incluso de música!) que le hicieron inmensamente famoso en la época. La más influyente de sus obras "El Discurso del Método" todavía se lee profusamente hoy en día y continúa siendo una inspiración para todo científico e investigador que se precie. Además, como todos los franceses (hay que reconocerlo), era un escritor magnífico.

Pero con la fama también llegan los problemas. Pronto comenzó a ser investigado por los círculos eclesiásticos acerca de diferentes afirmaciones que se encuentran en sus obras. Es muy curioso que él mismo, como buen católico, nunca encontró discrepancias entre su obra y el catecismo cristiano. Sin embargo, no debían de andar muy desencaminados los inquisidores que condenaron sus obras, pues muchos de los seguidores racionalistas de Descartes abandonaron la ortodoxia cristiana impulsados por sus ideas filosóficas.

Escapando de esta situación Descartes acepta la invitación de la reina Cristina de Suecia de instalarse en Estocolmo dándole unas clasecitas. No obstante, el invierno sueco no es para tomárselo a risa, y su combinación con la delicada salud de Descartes produjo un efecto fatal en el francés: no debía de tener estufita o algo así porque falleció de neumonía a los pocos meses de llegar. O la reina era una alumna terrible y Descartes prefirió el suicidio con arsénico (algunas malas lenguas creen que fue asesinado). Conozco esa sensación de abandono cuando un alumno te pregunta algo que explicaste antes de ayer, ese sufrimiento, ese desamparo.

En cualquier caso, Descartes es uno de los pioneros de la filosofía moderna. Con él se iniciará una de las épocas más apasionantes de la cultura occidental y nuestra historia en general. A él le debemos el IPad y los ordenadores en los que leemos. Seguid atentos a las próximas entradas y averiguaréis cómo lo consiguió.

¡Saludos filosóficos!