martes, 26 de enero de 2016

10 consejos para el profesor novato

¡Hola compañeros!

Últimamente he estado recibiendo algunas llamadas de personas que me pedían consejo para su primer curso como profesores. Algunas de ellas solamente se interesaban por el aspecto más práctico del asunto, como los títulos, las prácticas y cosas así, pero otros preguntaban directamente qué aspectos debían tener en cuenta para afrontar algo tan estresante y amenazador como es el primer año de clases. Es decir, finalmente terminas tus grados y títulos necesarios para impartir una asignatura y te enfrentas a tu primera clase. ¿Qué consejos puedo dar a alguien en esa tesitura? Dentro de la arrogancia que se esconde detrás de todo "aconsejador", podría escribir veinte o más pero por ahora empezaremos con estos diez y si os convencen escribo una segunda remesa. A por ello.

1) Prepara las clases: al margen del tipo de profesor que vayas a terminar siendo siempre lleva la clase preparada, o al menos estructurada de algún modo. No tengas tiempos muertos durante la clase. Ten claro el objetivo al que quieres llegar durante esos 50 minutos y cúmplelo. Haz saber a los chicos si hace falta hacia dónde te estás dirigiendo para que te ayuden. Pero no entres improvisando. Ningún buen comunicador improvisa completamente, siempre parten de alguna estructura sobre la que hacerlo. Pero si es tu primer año o tus primeras clases no improvises, o hazlo lo menos posible. Conseguir que la clase fluya y salirse del guion lo da la experiencia y el saberse autoridad en el aula; es una consecuencia, no una manera de hacer las cosas.

2) Olvida tus problemas: tu clase es tu santuario. Nada de lo que sucede fuera del aula ha de distraerte de lo que está sucediendo en el interior. Si no tienes toda la mente y todo tu cuerpo enfocado en la clase los alumnos lo notan y desconectan. Muchos de los problemas que se dan en el aula provienen de no estar completamente concentrado en el aquí y el ahora. Por supuesto, ni voy a mencionar el tener el teléfono móvil dentro del aula. El teléfono se queda en el abrigo dentro de la sala de profesores.

3) Jamás desautorices a un compañero: a veces nuestros compañeros toman decisiones respecto a los alumnos con las que no estamos de acuerdo (normalmente castigos o recompensas) pero jamás debemos verbalizar esa opinión delante de un alumno. Aunque solo sea desde un punto de vista pragmático, pues un alumno olvida rápido y un compañero no. Los alumnos van y vienen pero tus compañeros permanecen; además, ¿quién puede afirmar que siempre es totalmente justo en sus decisiones y nunca se equivoca? Tú también te equivocas, así que sé prudente y respalda siempre la autoridad de un compañero.

4) Valora las notas en su justa medida: no son importantes pero son necesarias. Las notas dan mucha información sobre el alumno, información que en muchos casos va más allá de lo académico. Un niño que de repente tiene un bajón de notas significativo está teniendo problemas extraacadémicos casi siempre, y esa información podría no habernos llegado de otro modo. Además, a ellos las notas les resultan inmensamente útiles como objetivos a los que dirigirse: son su sueldo. Si nosotros no estamos dispuestos a trabajar gratis ¿por qué iban a estarlo ellos?

5) Relativiza: no hagas nunca de una situación de desavenencia algo personal con un alumno. Los alumnos no te odian personalmente sino que eres el profesor y ellos alumnos así que la naturaleza les dicta cómo deben comportarse. Los problemas solamente se enquistan y se hacen amargos cuando nosotros como adultos los convertimos en algo personal ("me ha mirado mal", "me ha desafiado al levantarse de la silla", "lo ha dicho con tono de burla"). Al hacerlo entramos en un juego completamente destructivo. Si te enfadas, finge que te enfadas; si echas una bronca, finge que estás decepcionado. Hemos de ser actores en un escenario, como lo son ellos. No hagas de nada algo personal.

6) Evita el contacto físico: en la medida de lo posible trata de mantener una distancia física con los alumnos. Obviamente en ocasiones puedes golpear de broma a algún chico (varón) pero en general es recomendable respetar su espacio personal, como tu quieres que respeten el tuyo. Los chicos llegan hasta donde nosotros les dejamos, y lo mejor en esto es mantener una saludable distancia entre ellos y nosotros.

7) Respeta al alumno: no le hagas lo que no te gusta que hagan ellos. Educar gritando, amenazando, o exigiendo silencio mientras berreamos a dos centímetros de su cara es no respetarles. Son muy conscientes de su dignidad personal y cuando no les respetamos les estamos educando mal. Si quieres respeto muestra respeto. No tengas miedo de dejar una discusión con un alumno para después de clase. Discutir delante de sus compañeros es la receta para el desastre.

8) No abuses de la tecnología: esto es muy personal pero creo que tenemos que adaptar la teconología a la asignatura y no viceversa. Existe una cierta obsesión en la educación con las TIC hasta el punto de que se han convertido en un fin en sí mismo. No obstante, en mi opinión, uno tiene que incorporar aquello con lo que se siente cómodo y que ayuda a explicar la asignatura (que es el verdadero fin). Además, a veces, la tecnología nos roba el protagonismo: somos nosotros los verdaderos actores, no una presentación en Prezi.

9) Sonríe: entra sonriendo en clase y dedica unos minutos a preguntar qué tal el fin de semana, felicitar cumpleaños, dar pésames por muertes de abuelos, etc. Ayuda a encarar el comienzo de la clase, relaja a los alumnos y te relaja a ti. La sonrisa es el camino más corto entre dos personas y ayuda a enviar un mensaje de tranquilidad y control.

10) Acepta: no estás aquí para cambiar el mundo ni dar un vuelco a las vidas de los alumnos. El que se droga no va a dejar de hacerlo mágicamente porque has llegado tú, el que no estudia no va a empezar a hacerlo porque de repente tú has cambiado su perspectiva. No somos dioses ni debemos jugar a serlo sino que somos personas que deben transmitir un mensaje de aceptación a los chicos al mismo tiempo que empujamos suave pero firmemente hacia una mejora. Pero que mejoren o no depende de ellos, no de nosotros. Acepta esa dura verdad y vivirás más feliz.

Espero que os haya gustado.


¡Saludos filosóficos!

lunes, 18 de enero de 2016

La verdadera tragedia de la política

¡Hola compañeros!

Vuelvo. Lo sé, lo sé, tardo mucho en escribir contenido nuevo pero ya sabéis que la vida es un frenesí, panta rei y todo eso. Una excusa buena ¿eh?

Hoy vengo a hablaros de la verdadera tragedia de la política. Sé que muchos de vosotros pensáis que la verdadera tragedia es la política. Y no os quito la razón: tipos con rastas y poca higiene personal hablando desde un escaño político, partidos políticos anquilosados incapaces de ponerse de acuerdo en lo más mínimo con tal de mantener sus prebendas y privilegios, "líneas rojas" por todas partes permanentemente traspasadas y eliminadas, corrupción generalizada de todos los colores, etc. Básicamente, estamos contemplando el fin de un régimen político que inicia su lenta decadencia hacia otro; la socialdemocracia y el Estado del Bienestar muestran quiebras y un agotamiento cada vez más evidentes. El problema es que parece que la solución de los políticos es profundizar en este decrépito sistema, vía más socialdemocracia, más socialismo y, sobre todo, más intervención.

Y de eso vengo a hablaros hoy: de la intervención política y lo que constituye la mayor tragedia de la política en la historia. Esa tragedia se puede resumir de la siguiente manera: toda intervención política -repito, toda- produce siempre el efecto exactamente contrario al que pretende. Diréis que exagero, que ya estoy yo con mis teorías anarcocapitalistas, que soy un imbécil (nunca descartéis esa posibilidad), etc. Voy a intentar mostraros la verdad de esta ley política en tres de las más grandes intervenciones históricas de los gobiernos: los impuestos, las prohibiciones y, por supuesto, la guerra.

a) Impuestos

Los impuestos son la primera gran intervención estatal. En nuestra querida socialdemocracia los impuestos se presentan como una medida redistributiva que traslada dinero desde las capas más altas de la sociedad a las más bajas en un proceso igualitarista que pretende disminuir la desigualdad y los privilegios de los más ricos redistribuyendo verticalmente rentas de modo coactivo (es decir, por la fuerza). En esta utopía socialdemócrata, los ricos pagan sus impuestos religiosamente para que las clases medias y, especialmente, las bajas reciban beneficios, subvenciones y rentas. Aesto lo ven como solidaridad y como un proceso que ayuda a cohesionar la sociedad.

Sin embargo, la realidad de esta intervención es bien conocida. La redistribución de rentas en nuestras sociedades nunca es vertical, sino horizontal: son las clases medias las que resultan saqueadas continuamente para meternos las manos en los bolsillos los unos a los otros hasta el punto de que uno ya no sabe si es más lo que da que lo que recibe. Lo que se nos presenta como una intervención igualitarista se transforma en una carrera contrarreloj en la que todos acabamos resintiéndonos de los demás por el uso de los bienes públicos pagados "entre todos". Acabamos incluso odiando a todos aquellos que quieren "desenchufarse" del sistema, ya sea cambiando la nacionalidad o simplemente cometiendo fraude fiscal (que no es otra cosa que evitar que el Estado te robe lo que es tuyo).

Es decir, lo que se presenta como una intervención virtuosa provoca que una clase privilegiada (la clase política) viva a costa de los demás con el dinero extraído mayoritariamente a la clase media. Los ricos siempre tienen maneras de defenderse de estos robos pero somos nosotros los que resultamos atrapados en la red fiscal, y ¡ay del que encima se queje!

b) Prohibiciones

Las diversas prohibiciones que los gobiernos imponen sobre los ciudadanos pretenden dirigir virtuosamente la vida de estos y alejarlos del vicio y las costumbres "poco democráticas". Pongamos como ejemplo concreto la prohibición de las drogas (aunque esto es aplicable a cualquier prohibición). Al prohibir las drogas los gobiernos dicen querer detener su consumo para que el drama de la droga no se apodere de la sociedad y la gente no quede enganchada a tan peligrosa sustancia. Es decir, pretenden salvar vidas y ayudar a la sociedad a ser más pura. ¿Cuál es el efecto de esta intervención?

En primer lugar, las muertes que provoca la famosa "guerra contra la droga" (nótese siempre el lenguaje bélico de las intervenciones estatales) superan con mucho, muchísimo, las muertes por sobredosis. Consideremos a Méjico, un país tradicionalmente inmerso en estas prácticas y muy azotado por sus mafias. en 2015 murieron en Méjico por sobredosis 4000 personas. Una cantidad alta, ¿verdad? Pues resulta que desde 2006 hasta 2012 han muerto o desaparecido en Méjico en la guerra contra las drogas 86000 personas; eso hace 14334 personas al año: más del triple que por sobredosis. Poco hay que añadir a esta intervención, cuyo efecto ha sido muy, muy, muy pernicioso (excepto para las mafias, que han visto crecer sus ingresos año tras año).

c) Guerras

Las guerras son una intervención política como cualquier otra (e igual de coactiva que cualquier otra). Es cierto que las democracias no suelen guerrear demasiado entre ellas, pero son tremendamente agresivas con aquellos países que no son democracias. La España democrática está inmersa en innumerables conflictos armados mientras que durante una dictadura militar apenas intervino militarmente en ningún sitio. Maldita OTAN, maldita seas.

Ehem, que me distraigo. Las guerras en las que intervienen los Estados que buscan objetivos políticos siempre provocan resultados no deseados. Entramos en Iraq para eliminar un tirano y nos salen bichitos por todas partes, entramos en Afganistán buscando un criminal y los criminales terminan buscándonos a nosotros, nos aliamos con otros países para buscar la paz y no hacemos más que estar en guerras.

La guerra es la salud del Estado, la excusa perfecta para reducir libertades y subir los impuestos. El Estado siempre busca la guerra y por eso su lenguaje tiende siempre a ser bélico ("guerra contra la pobreza", "guerra contra el fraude fiscal", "guerra contra el cambio climático"). Cuando los Estados van a la guerra toda la maquinaria estatal se moviliza en una de las acciones que les permite tener sentido y exigir "sacrificios" a la ciudadanía. Sin embargo, no hay más que ver los experimentos bélicos en Oriente Medio para percatarse de que todas esas experiencias salen mal, siempre salen mal, y producen resultados imprevistos y muchas veces contraproducentes.

En fin, os dejo con Mafalda, que nunca está de más actualidad.