lunes, 24 de septiembre de 2012

II) El problema del cambio: Heráclito y Parménides


¡Saludos compañeros!

Hoy retomamos el tema que dejamos a medias el otro día. Debéis saber que estoy escribiendo esta entrada desde un ordenador al que le falta la tecla "ele", y jamás me había percatado de la cantidad de veces que utilizamos la letrita dichosa. Puedo aseguraros que resulta bastante infernal hacerlo, pero todo sea por la causa.

En fin. Nos quedamos hablando del arjé y de los diferentes arjés que habían encontrado los primeros filósofos, esos pioneros que abrían camino a través de junglas tórridas y desiertos innombrables. Sin embargo, hasta cierto punto, sus respuestas son candorosamente infantiles e ingenuas. Que si el agua o el aire, etc. Nuestro interés filosófico empieza a crecer cuando accedemos a las dos mentes brillantes de la antigüedad: Heráclito y Parménides. ¡Vaya dos! A ver qué nos dicen.



Heráclito, aburrido del color de sus botas

Heráclito mantiene que el problema del cambio no es un problema. Al menos mientras aceptemos que la realidad es contradictoria, variable, cambiante. Las cosas pueden ser y no ser a la vez (pueden ser a la vez papel y ceniza) y el cambio simplemente consiste en el modo en el que las cosas son. Todo es dinámico, nada es permanente en la realidad. No hay ningún arjé sencillamente porque no hay nada que se libre del inclemente cambio, todo está sujeto a él. El cambio es lo único real, lo único que no es ilusorio, todo es y no es a la vez. Heráclito sostiene que nadie puede bañarse dos veces en el mismo río, pues la segunda vez que nos bañamos el agua ya no es la misma, ya no podemos llamar con el mismo nombre a un objeto que es, en rigor, diferente. Por eso la razón es ficticia, trata de atrapar la realidad con conceptos e ideas para intentar estabilizar, pero es un intento vano e ilusorio. Debemos aceptar el cambio tal y como es, y amoldar nuestra mente al hecho de que no seremos capaces de captar la realidad mientras sigamos atados a la razón y sus categorías petrificadas. No existe el ser, solamente el devenir.

Es una teoría interesante, pero justo al otro lado de Grecia un hombre barbudo daba su particular visión acerca del problema del cambio.



Parménides leyéndole el periódico al de al lado

Parménides sostiene, sin embargo, que el cambio es imposible, pues no es racional. No podemos pensar la contradicción (es decir, que las cosas son y no son a la vez) y si no podemos pensarlo entonces no puede ser real. Para Parménides la razón dicta lo que es real y lo que no, y si algo no puede ser pensado o concebido entonces no puede ser real. Solamente la razón da y quita la realidad a las cosas (un poco como la televisión hoy en día). ¿Cómo va a ser lo real algo contradictorio, algo absurdo? Si admitimos que todo es absurdo, entonces ¿para qué pensar? ¿Para qué tenemos la razón? Para nuestro amigo Parménides el cambio es una ilusión de los sentidos, un engaño. En realidad, debajo de esta apariencia y de este mundo engañador nada cambia jamás, todo es estable y fijo, sujeto a las reglas de la razón, siempre fiables, siempre exactas.
Un discípulo de Parménides, Zenón, trató de demostrar racionalmente la imposibilidad del movimiento, por medio de sus famosas paradojas. Aquí os dejo un enlace para que vayáis echándoles un vistazo y flipéis con el tiempo libre que tenían estas personas:

http://es.wikipedia.org/wiki/Paradojas_de_Zenon

Como habéis podido notar, ambas teorías se contradicen, pero las dos albergan poderosos argumentos tras ellas. El mundo griego quedó en estado de shock cuando se enteró de que estos dos grandes hombres se contradecían al tratar de resolver un problema y no supo cómo reaccionar al gran reto que dejaban tras de sí. ¿Quién sería el filósofo que resolviera esta polémica que no permitía avanzar?

Seguiremos próximamente... Os dejo con esta pedazo de versión en directo.



¡Saludos filosóficos!

lunes, 17 de septiembre de 2012

I) El problema del cambio

¡Hola compañeros!

Hemos hablado mucho del propósito de la filosofía, de la utilidad (o no) que tiene, de los traumas infantiles que pueblan nuestros sueños, etc. Hemos tratado muchos temas, pero os habréis dado cuenta de que no hemos penetrado realmente en las preguntas filosóficas, no hemos comenzado a esbozar ninguno de sus problemas fundamentales. Nos hemos limitado, en definitiva, a trazar unas finas -finísimas- líneas que delimitan  nuestra disciplina.

Ha llegado el momento, queridos compañeros de viaje, de emprender el primer paso hacia las profundidades filosóficas. Hasta ahora, por decirlo de algún modo, nos hemos comprado la mochila, hemos leído manuales de escalada, hemos adquirido una ropa capaz de resistir los más inclementes vientos. Pero ahora ha llegado la hora de escalar esta montaña. Habrá ratos de subida complicada, momentos de ladera más tranquilos, visiones incomparables y páramos yermos donde nada habrá que nos llame la atención. Si conseguimos superar esos retos estaremos en condiciones de coronar la cima, que no es otra que responder a esa gran pregunta kantiana "¿qué soy yo?" (os acordáis, ¿verdad?).

¡Vamos allá! Animado por vuestra presencia vamos a ponernos a analizar el primer gran problema de la historia de la filosofía: el problema del cambio.

Con el problema del cambio se inicia la filosofía. Es el primer problema que tratan, y ya empieza siendo uno bastante peliagudo. La pregunta que se hacen estos primeros filósofos es la siguiente: "¿cómo es posible que las cosas cambien?" Pensadlo. Que las cosas cambien no es tan sencillo de comprender racionalmente. Imaginemos un simple ejemplo: un papel ardiendo. Cuando vemos el papel arder observamos un proceso: ese papel se transforma en ceniza, donde antes había papel solamente queda ceniza. Sin embargo, estamos de acuerdo en que, obviamente, el papel no es ceniza. Papel y ceniza son, por tanto, cosas muy diferentes. Pues bien, la pregunta es ¿cómo es posible que el papel se transforme en ceniza? O dicho de otra manera, ¿cómo es posible que algo que existía -el papel- deje de existir y algo que no existía -la ceniza- comience a existir? ¿Tiene lugar una creación de la nada? ¿Cómo pueden surgir cosas de la nada? No sé si estoy explicando bien el problema: hay un instante en la combustión en el que no hay papel y todavía no hay ceniza, ¿qué está ocurriendo en ese momento? Es como si desapareciera el papel y apareciera la ceniza de la nada... Más que de transformación estaríamos hablando de sustitución. Uhm, parece una cuestión estúpida, pero ríos de tinta han corrido al respecto, y no podemos decir que hayan dejado de correr.

La respuesta general que dan estos primeros filósofos es bastante ingeniosa. Para ellos existe una materia primigenia de la que salen todas, un arjé (que significa principio en griego). Ocurre que esa materia no siempre se manifiesta de la misma manera, por eso las cosas parecen diferentes aunque en realidad todo sea lo mismo. Estos primeros filósofos, que llamaremos presocráticos, se diferenciarán en el arjé, pues para cada uno será una cosa distinta.

Para Tales de Mileto, el primer filósofo (¡vaya honor!), el arjé es el agua. Para él, todas las cosas están hechas de agua, pues es el único elemento que puede estar en los tres estados (sólido, líquido y gaseoso). Todo está hecho de agua en el fondo, con diferentes densidades y durezas, pero agua. Así, en realidad, la ceniza y el papel son diferentes momentos del agua: es lo mismo pero parece diferente.

Para Anaxímenes (vaya nombrecitos que tienen los griegos) el arjé es el aire, pues es una sustancia que podemos encontrar en cualquier parte. Para él, el agua no es más que aire solidificado. Además, todos los seres vivos necesitamos aire para vivir. Por tanto, el arjé, aquello que es lo realmente real, es el aire.

Para un tipo llamado Anaximandro, el arjé era algo que no sabemos lo que es. Es decir, existe, pero no podemos saber qué es. Debía tener también ascendientes gallegos porque decidió llamar al arjé lo "indeterminado". Hay una cosa que es lo que está debajo de todo sosteniéndolo, pero no sabemos qué es. Así que supongo que será algo indeterminado. Y se quedó tan pancho.

Empédocles afirmaba que la realidad consta de cuatro elementos (tierra, agua, fuego y aire) y que las cosas son diferentes dependiendo de la combinación de elementos que tengan. Una teoría que a todos nos suena.

Anaxágoras mantenía que lo realmente real era el Nous, la inteligencia, que daba sentido a todo lo que existe. Le exiliaron de Atenas por afirmar que el Sol no era un dios sino una masa de hierro incandescente y que la Luna era un trozo de roca que reflejaba la luz del Sol. Estos filósofos están locos.

Demócrito defendió la idea, atención, de que la realidad está compuesta de unas partículas indivisibles e invisibles que se agrupan para formar cuerpos. Dependiendo del tipo y número de partículas, los cuerpos serán de una manera u otra. A estas partículas las llamó átomos. No está mal para un tipo de hace 2500 años, ¿eh?

Pero los dos grandes pesos pesados están por llegar, los dejaré para una futura entrada, pues ellos solos darán que hablar a toda la historia de la filosofía. Os dejo con un vídeo que ilustra bastante bien el problema del que hablamos:



¡Saludos filosóficos!


jueves, 13 de septiembre de 2012

¡Noticia importantísima!

¡Hola compañeros!

Hoy ha llegado una noticia de importancia mundial. Tened cuidado amigos, ¡podéis ser los siguientes!

http://www.elmundotoday.com/2012/09/detienen-a-unos-filosofos-que-planeaban-socavar-los-fundamentos-del-platonismo/

 Aquí podemos ver a Nietzsche tirando del carro de la filosofía nihilista. Una imagen perturbadora, ciertamente:




¡Saludos filosóficos!

P.D.: agradezco a Marta Arroyo que me haya hecho llegar esta noticia. ¡Vaya bombazo!

domingo, 9 de septiembre de 2012

El filósofo del mes: Sócrates y su vena gallega


 Sócrates, de verde (o marrón, soy incapaz de distinguirlo) cantando las cuarenta a sus vecinos


¡Hola compañeros!

Hoy inauguro una nueva sección en el blog que se llamará "El filósofo del mes". Cada mes iré sacando las ideas de un filósofo y explicaré un poco por encima sus intenciones y objetivos para que podamos ir entendiendo un poquito por qué decían las cosas que decían. Y todo esto a pesar de que Cicerón, malvado como era, nos recuerda que "no hay estupidez que no haya sido defendida por algún filósofo." Ayyyy ¡qué razón tenían los clásicos!

Pero no es el caso de Sócrates. Sócrates es un filósofo atípico, bajo cualquier perspectiva. No dejó nada escrito, fue condenado a muerte por sus conciudadanos, solamente conocemos los datos de su vida gracias a sus discípulos, pudo escapar de su condena pero no quiso por convicción moral... ¿Os recuerda a alguien? ¡Efectivamente! Se han hecho muchas comparaciones entre la vida de Jesucristo y la de Sócrates, y se le ha definido como un cristiano laico (por supuesto, influyó muchísimo en los primeros cristianos).

¿Qué es lo que hace a este individuo tan especial? Sócrates fue un detective infatigable de la verdad. Siempre buscó la verdad, por muy incómoda que fuera o inconveniente (lo que, en última instancia, le llevó a la muerte). Pero no creía que la verdad fuera algo que se pudiera encontrar en soledad, sin contacto humano. La verdad era el resultado de un esfuerzo que solamente se podía realizar en comunidad. Para Sócrates a través del diálogo muchas veces sale a relucir la verdad.

Pero claro, hay un requisito básico para poder encontrar la verdad: admitir que no se conoce. Si creemos que sabemos todo no nos molestaremos en aprender nada más. Así que Sócrates desarrolló un método para ayudar a la gente a descubrir que no conoce la verdad: la ironía. La ironía consiste en hacer ver a los supuestos expertos que no tienen ni idea de lo que hablan. Por medio de preguntas y más preguntas (¡otra vez las dichosas preguntas!) el experto tenía que acabar admitiendo que no sabía la respuesta a la pregunta de Sócrates.

Un ejemplo. Sócrates quería saber si se podía enseñar a alguien a ser buena persona. Para saber la respuesta acudía a un profesor. El profesor respondía arrogantemente (como siempre hacen los profesores) diciendo que por supuesto, vaya pregunta tan tonta. Sin embargo, Sócrates empezaba a hacerse el tonto y le pedía que le explicara cómo era eso posible. Poco a poco el profesor se iba liando y terminaba admitiendo (muy de mala gana, insultos incluidos) que no conocía la respuesta a esa pregunta. Ese era el momento que Sócrates buscaba, reconocer la propia ignorancia era el primer paso para adquirir la verdadera sabiduría.

De ahí viene la famosa anécdota que nos cuenta el propio Sócrates:

Un discípulo preguntó al Oráculo de Delfos quién era el hombre más sabio de Grecia. La respuesta fue concluyente: Sócrates. Al enterarse de esto Sócrates quedó consternado, pues precisamente él no sabía nada y siempre andaba buscando la compañía de los supuestos expertos para que lo iluminasen. Pero de pronto se dio cuenta de que era el más sabio precisamente por eso, por ser consciente de su ignorancia.

Desde ese momento, su propósito fue hacer ver a la gente que su conocimiento era ficticio y en realidad ignoraba todo. Obviamente, una persona así no es cómoda y sus conciudadanos decidieron librarse de él acusándolo de corromper la juventud. La ley ateniense exigía que el acusador propusiese una pena y el defensor otra. El juez solamente podía elegir entre esas dos condenas. El acusador pidió la pena de muerte y Sócrates exigió ser mantenido de por vida con un banquete diario.

Según Nietzsche, Sócrates se suicidó. ¿Qué opináis vosotros?

¡Saludos filosóficos!

lunes, 3 de septiembre de 2012

III) ¿Por qué la gente rechaza la filosofía?

¡Hola compañeros!

Hoy he vuelto a trabajar... Mi humor no está demasiado brillante, digamos. Pero aun así, me debo a mi público así que aquí me tenéis un día más para intentar averiguar las causas del rechazo de la sociedad a la filosofía. Quiero dejar claro que no todo el mundo rechaza la filosofía, sino que la actitud general es de un cierto desprecio hacia esta disciplina.

Comentamos que se nos habían ocurrido tres motivos de rechazo: el primero consistía en la dificultad de los conceptos y palabras filosóficas; el segundo radica en la incapacidad (supuesta, creo haber mostrado) de la filosofía de responder adecuadamente a las preguntas que plantea. El tercer concepto es más metodológico, pero creo que muchos de vosotros estaréis de acuerdo con él o lo habréis sufrido en algún momento.

3.- "Mi profesor de filosofía me hizo odiar la asignatura"

Este es el motivo más frecuente en muchos de los haters. Parece un poco peregrino, en el sentido de que no podemos valorar la importancia de una disciplina por un profesor concreto que nos hizo odiarla. Esto es cierto, pero no es menos cierto que es responsabilidad de una ciencia el hacerse querer, el hacerse comprender de un modo ameno o entretenido y a la vez formativo. Parece increíble y muchos de vosotros no me creeréis pero es posible enseñar algo y la vez entretener. Lo juro, se puede. No siempre y en todo momento, es verdad, pero es posible. El problema de la filosofía es que resulta una asignatura tremendamente caristmática. Depende completamente de la capacidad del profesor para hacerla amable. Esto es cierto en todas las asignaturas, pero filosofía es especialmente sensible al síndrome del "buen y el mal profesor".

¿Qué es un buen profesor? En mi opinión, para empezar un buen profesor ha de escuchar casi tanto como habla. En filosofía toda opinión es válida, siempre que esté razonada. Si despreciáramos una opinión por considerarla muy extremista, muy infantil, muy trivial, etc., haríamos un flaco favor a la filosofía, que busca siempre el debate sensato y razonado. En un mundo como el que vivimos, se ha de favorecer el emitir opiniones sin prejuicios ni tabúes. El profesor actúa así de catalizador para que los alumnos vayan poco a poco refinando sus propios valores e ideales, haciéndolos más sólidos y fuertes.

Un profesor también ha de ser capaz de comunicar pasión por la asignatura. La filosofía no es solamente una ciencia, sino que constituye ante todo una forma de vida, una actitud vital ante las cosas. Si no nos lo creemos los profesores resultará imposible que un alumno se empape de ella. La filosofía es sabiduría, y pocas cosas hay tan vitales como la sabiduría. NO ES ERUDICIÓN. No me cansaré de repetir que en la filosofía son más importantes las preguntas que las respuestas. No es una cuestión de aprender un contenido y vomitarlo sobre un examen, sino que hemos de irradiar esa maravillosa sensación de inviolabilidad e invencibilidad de la que disfrutan los verdaderos sabios. Los sabios tienen respuestas para las cosas, porque las han vivido, y no porque lo han aprendido en libros de texto.

En resumidas cuentas, un verdadero profesor de filosofía ha de estar abierto siempre a la crítica y a las opiniones de todo tipo, pero ante todo debe ser filosofía, vivir como un filósofo, sentir como un filósofo, amar su asignatura.

Y a riesgo de sonar cursi concluiré que solamente si amas algo realmente, conseguirás que tu mensaje de amor sea creíble.

¡Saludos filosóficos!