¡Saludos compañeros!
Hoy retomamos el tema que dejamos a medias el otro día. Debéis saber que estoy escribiendo esta entrada desde un ordenador al que le falta la tecla "ele", y jamás me había percatado de la cantidad de veces que utilizamos la letrita dichosa. Puedo aseguraros que resulta bastante infernal hacerlo, pero todo sea por la causa.
En fin. Nos quedamos hablando del arjé y de los diferentes arjés que habían encontrado los primeros filósofos, esos pioneros que abrían camino a través de junglas tórridas y desiertos innombrables. Sin embargo, hasta cierto punto, sus respuestas son candorosamente infantiles e ingenuas. Que si el agua o el aire, etc. Nuestro interés filosófico empieza a crecer cuando accedemos a las dos mentes brillantes de la antigüedad: Heráclito y Parménides. ¡Vaya dos! A ver qué nos dicen.
Heráclito, aburrido del color de sus botas
Heráclito mantiene que el problema del cambio no es un problema. Al menos mientras aceptemos que la realidad es contradictoria, variable, cambiante. Las cosas pueden ser y no ser a la vez (pueden ser a la vez papel y ceniza) y el cambio simplemente consiste en el modo en el que las cosas son. Todo es dinámico, nada es permanente en la realidad. No hay ningún arjé sencillamente porque no hay nada que se libre del inclemente cambio, todo está sujeto a él. El cambio es lo único real, lo único que no es ilusorio, todo es y no es a la vez. Heráclito sostiene que nadie puede bañarse dos veces en el mismo río, pues la segunda vez que nos bañamos el agua ya no es la misma, ya no podemos llamar con el mismo nombre a un objeto que es, en rigor, diferente. Por eso la razón es ficticia, trata de atrapar la realidad con conceptos e ideas para intentar estabilizar, pero es un intento vano e ilusorio. Debemos aceptar el cambio tal y como es, y amoldar nuestra mente al hecho de que no seremos capaces de captar la realidad mientras sigamos atados a la razón y sus categorías petrificadas. No existe el ser, solamente el devenir.
Es una teoría interesante, pero justo al otro lado de Grecia un hombre barbudo daba su particular visión acerca del problema del cambio.
Parménides leyéndole el periódico al de al lado
Un discípulo de Parménides, Zenón, trató de demostrar racionalmente la imposibilidad del movimiento, por medio de sus famosas paradojas. Aquí os dejo un enlace para que vayáis echándoles un vistazo y flipéis con el tiempo libre que tenían estas personas:
http://es.wikipedia.org/wiki/Paradojas_de_Zenon
Como habéis podido notar, ambas teorías se contradicen, pero las dos albergan poderosos argumentos tras ellas. El mundo griego quedó en estado de shock cuando se enteró de que estos dos grandes hombres se contradecían al tratar de resolver un problema y no supo cómo reaccionar al gran reto que dejaban tras de sí. ¿Quién sería el filósofo que resolviera esta polémica que no permitía avanzar?
Seguiremos próximamente... Os dejo con esta pedazo de versión en directo.
¡Saludos filosóficos!