martes, 18 de marzo de 2014

Estado y libertad (parte 2)

¡Hola compañeros!

Decíamos el otro día (aquí, exactamente) que tanto la libertad como el Estado son conceptos importantísimos en la filosofía política de nuestro tiempo. Tanto que podemos afirmar que todas las discusiones hoy en día acerca de la política giran en torno a este tema y a todas las dudas que se suscitan en él:

- ¿Es el hombre bueno o malo por naturaleza (con toda la infinita gama de grises intermedios)?
- ¿Es el Estado algo bueno o malo por naturaleza (ídem)?
- ¿Es la libertad del hombre algo que debe ser controlado o fomentado?
- ¿Cuál es el papel del Estado respecto a la libertad del hombre?
- ¿Debe ser el Estado el que debe limitar la libertad?
- Si es así, ¿tiene el mismo Estado límites a ese control que puede ejercer sobre la libertad?

Y así podríamos seguir páginas y páginas. Es un tema vastísimo que obviamente es muy difícil de cubrir en una sola entrada de blog. Por eso voy a intentar ser lo más pedagógico posible y si hace falta extenderlo en alguna entrada más, qué demonios, que así sea (hacédmelo saber en los comentarios).

Lo primero que hay que considerar es lo siguiente: ¿es la libertad del ser humano algo deseable o no? Si alguien responde que no a esta pregunta haríamos bien en preguntarle qué hacemos entonces con ella. Probablemente nos respondería que lo verdaderamente deseable es un control férreo de esa libertad para que no se desboque y produzca injusticias y violencia. Pero aquí entramos en el problema verdadero de este planteamiento: ¿quién controla esa libertad? Hemos de pensar muy cuidadosamente la respuesta, pues no resulta sencilla. Este hipotético antilibertario podría proponer varias opciones pero la más probable es el Estado. Claro. El Estado...

Pero esto asumiría que el Estado es un ente abstracto completamente apartado del mundo de las decisiones humanas, cuando en realidad el Estado es también producto de la libertad humana. Es decir, las decisiones que toma el Estado la toman personas, que deciden libremente coartar la libertad de los demás para la protección de la sociedad. ¿Nos damos cuenta de la contradicción a la que estamos llegando? Puede parecer una simple sutileza lógica pero nos estamos jugando demasiado como para que esto no salga perfectamente bien.

¿Cómo actúa el Estado para limitar y controlar esa libertad? Principalmente de un modo coactivo sobre las vidas de las propias personas, prohibiendo y sancionando las conductas que cree inapropiadas o peligrosas (o subvencionando y facilitando aquellas que considera deseables, lo cual no deja en el fondo de ser la otra cara de la misma moneda). Por ejemplo, el Estado considera que ir a más de 120 km/h es una conducta dañina y lo limita y lo sanciona por medio de multas y controles (radares, por ejemplo). Son innumerables los ejemplos que podemos encontrar de injerencias del Estado en las vidas de las personas (seguro que vosotros podéis pensar en algunos también) pero todos están encaminados en la misma dirección: controlar y encauzar el comportamiento de los ciudadanos por el propio bien de los ciudadanos. Es decir, el Estado actúa como un ente paternal y amoroso que cuida a sus retoños para que no se lastimen ellos solos, de un modo parecido a como los padres cuidan de sus hijos para que no se hagan daño.

¿Es correcta esta visión? ¿Es justa? ¿Es cierto que la libertad ha de ser controlada y gestionada por un ente supuestamente superior a las propias personas como es el Estado?

Uhm..., resulta que me he quedado sin espacio. Si verdaderamente hay interés en esto, insisto en que me lo comentéis y continúo con ello (es probable que lo haga de todos modos XD). Aquí os dejo otra vez con el bueno de Quino (¡qué gran dibujante, por Dios!).



¡Saludos filosóficos!