lunes, 15 de septiembre de 2014

Idealismo y realismo: el idealismo filosófico

¡Hola compañeros!

Hoy toca teoría. Y parece mentira que todavía no me haya atrevido a escribir acerca de esto. Es una de las cosas más básicas y típicas de la filosofía; el tipo de asuntos que cualquiera mínimamente interesado en la filosofía trata enseguida: el idealismo y el realismo filosóficos. Hay que subsanar este error.

Frecuentemente se suele escuchar en el lenguaje común de la calle (dos redundancias seguidas, ya se me olvida escribir) que alguien es "realista" o que tal persona es una "idealista". Aunque lejanamente emparentados con sus parientes filosóficos, estos conceptos tienen una pobreza mucho mayor. En lenguaje coloquial, una persona realista presenta las cosas como son, sin necesidad de suavizarlas mientras que un idealista suele ser más utópico y más ciegamente optimista. Esto ha quedado bastante alejado de aquello que llamaremos idealismo filosófico.

Pero antes de meternos en faena tenemos que considerar el problema que estamos analizando. Los filósofos son personas que piensan bastante, por si no os habíais dado cuenta. Utilizan la razón constantemente para enfocar los problemas y tratar de resolverlos. Cuando uno se da cuenta del poder que tiene la razón, de la potencia de esa herramienta que utilizamos, puede resultar fácil y tentador concederle todo el poder para resolver cualquier problema. La pregunta que vamos a plantear es: ¿qué es más real: lo interior o lo exterior? Es decir, ¿es más importante aquello que pienso o aquello que provoca mis pensamientos? Antes de que todos os lancéis a responder que lo auténticamente real es aquello que provoca mis pensamientos vamos a escuchar ambas posturas con detenimiento (lo cual me obligará a escribir dos entradas).

a) Idealismo:

Sorprendentemente es la postura que ha adoptado la mayoría de los filósofos en la humanidad. El idealismo se da cuenta de que la realidad solamente tiene sentido si hay alguien que la perciba y piense en ella. El idealismo mantiene que nuestras ideas son las que configuran y dan sentido a la realidad, del mismo modo que el IPhone fuerza a las aplicaciones a adaptarse a su sistema. Las aplicaciones solamente tienen sentido si pueden instalarse en el sistema operativo adecuado y la realidad solamente puede existir si puede ser pensada, (o si puede ser percibida). Para los idealistas la realidad es tremendamente plástica y flexible pues el ser humano puede configurarla y cambiarla a su gusto por medio de las ideas.

Esto tiene muchísimas consecuencias. Para empezar, el concepto de verdad tiene que cambiar necesariamente. Una vez la realidad pasa a segundo plano por detrás del mundo interior del ser humano ya no tiene sentido buscar la verdad como aquello que se adecua con el mundo exterior. Lo que sí tiene sentido es buscar certezas, buscar seguridad. No es casual que la filosofía moderna gire en torno al concepto de certeza mucho más que alrededor de la verdad. Cuando Descartes se plantea su duda metódica, lo que está buscando no es la verdad, sino algo evidente.

Por supuesto, otra consecuencia es que políticamente las utopías florecen alegremente. En el momento en el que la realidad exterior depende de nuestras ideas ya solamente tenemos que tener ideas correctas y buenas para crear una realidad correcta y buena. Al resultar las ideas más reales que la propia realidad, una utopía ya no es utopía sino algo perfectamente realizable. Lo único que se necesita es el tesón suficiente para moldear la realidad a nuestro antojo. De este modo, el idealismo teórico filosófico se transforma en un idealismo político de terribles consecuencias.

Todo idealismo se apoya en el poder indiscutible de la razón. La ciencia nos ha mostrado que todo es sometible a leyes, todo es matematizable. Y no hay nada más racional que las matemáticas y la ciencia. La ciencia ha logrado dominar la realidad, la mente ha conseguido doblegar la tozudez proverbial de la realidad exterior y conseguir resultados. ¿Cómo no vamos a intentarlo en la política? Todos los totalitarismos (socialistas o de derechas) se apoyan en esta idea: hay que someter al ser humano al dominio de la razón y forzarlo de tal manera que podamos generar un paraíso en la tierra. Esto, no hace falta que lo diga, no ha traído consecuencias nada felices a nuestro mundo y no está de más repetir que lo humano no es sometible a leyes porque lo humano cuenta con un elemento del que el resto de la realidad física carece: la libertad.

Pero no quiero apartarme del tema. El próximo analizaremos el realismo y veremos qué pros y contras nos proporciona.


¡Saludos filosóficos!


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