Otra vez más, una (ex) alumna ha compartido con nosotros sus pensamientos. Me encanta ver cómo podemos ver el mundo a través de gente joven que hace recobremos la fe en ellos y en lo que harán con él. Espero que os guste tanto como a mí. ¡Todos tuyos Blanca!
La humanidad lleva evolucionando y cambiando desde el
momento mismo de la aparición del primer ser humano. Sus ideas, sus creencias y
sus ideales se reflejan constantemente en las sociedades que crean, o quizás
son las sociedades heredadas de sus antepasados las que deciden cómo actúa,
cómo siente, cómo, en definitiva, vive el hombre.
Actualmente, tras giros y traspiés, el ser humano ha creado
su sociedad capitalista en la que todo objeto es perceptible de mercadeo. La
máxima regla es el intercambio equitativo: siempre que cedemos un bien, esperamos
obtener otro de igual valor. Asimismo, este mecanismo socioeconómico demanda un
constante consumo por parte de la población y, para conseguir estos objetivos,
se ha logrado asociar la diversión con la asimilación de artículos, comida,
espectáculos, bebida, libros, música, películas, conocimientos, etc. En esta
agonía por conseguir cada vez más y más, todos los objetos materiales y
espirituales se intercambian.
El amor, lamentablemente, no parece escapar a este mecanismo
de compra-venta. El hombre contemporáneo busca, en el mercado del amor, una persona lo suficientemente buena para que la
transacción que se dispone a realizar resulte satisfactoria. Parece que el amor
ideal se resume en formar un buen equipo,
en conformar una relación bien engrasada, cuyos miembros actúen de forma
comprensiva el uno con el otro y mantengan una independencia aceptable.
Sin embargo, es aquí donde todas las nuevas estructuras se
derrumban: estos miembros del equipo podrán mantener una convivencia perfecta ,
se esforzarán por hacer que el otro se sienta mejor y se tratarán con respeto,
¡bien!, pero no llegarán a establecer una relación central, de esencia a
esencia, de alma a alma. Se mantendrán en una soledad acompañada que no podrá
alcanzar las máximas humanas: sentirse en verdadera unión con un semejante.
El gran reto para el hombre actual es exactamente ese:
superar esa enajenación de la verdadera naturaleza humana y de su amor
gratuito, que no busca obtener un trato equivalente, que no teme dar más de lo
que recibe. Hay muchos más aspectos que
relacionan sociedad y la capacidad de amar del ser humano. Los paralelismos
entre el amor y el mercantilismo resultan bastante evidentes y, sin embargo (y
tristemente), son asumidos como normales y lógicos, como si de un dogma para mantener la estabilidad emocional
se tratara, sin llegar a advertir los peligros para el desarrollo y para la
búsqueda de plenitud humana que esta idea acarrea.
Me gustaría finalizar con una frase de Karl Marx(
1818-18983): Si amas sin despertar amor,
esto es, si tu amor, en cuanto amor, no produce amor recíproco, si mediante una
exteriorización vital como hombre amante no te conviertes en hombre amado, tu
amor es impotente, una desgracia; y expresando mi enorme gratitud a don
Luis que me ha brindado la oportunidad de expresar un poquito de mi mundo
interior en su increíble blog (del cuál soy una incondicional seguidora
jejeje). ¡Gracias!
Me encantó este escrito, personalmente, siempre he añorado lo descrito aquí, esa conexión, alma a alma.
ResponderEliminarUna vez, reflexionando con el padre de una amiga, concluimos que:
Encontrar el amor verdadero, justamente, mencionado en este texto, es casi como ganarse la lotería. Osea un indice de probabilidad muy bajo, obviamente.
También existe otra arista, que es: El matrimonio.
El me decía que, prácticamente, ya no creía en el matrimonio de esta generación, puesto que, la deformidad que crea nuestro sistema económico (mercantilismo) en nuestra naturaleza, influye negativamente en nuestro diario vivir, en este caso, matrimonio. Si bien, antes, el matrimonio era mas un compromiso para toda la vida, y se tenia que estar perdidamente "enamorado" para casarse, ahora lo primero que hay que dejar en claro al casarse son la repartición de bienes, y por ende, la posibilidad de un futuro fracaso.
Ya sabes lo que dicen, la clave para una asociación duradera es que no hayas sospechas en el modo de separarse.
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